El terror en una presentación de un libro de cuentos de terror


Lo vivimos solo yo y el Iván. Diremos que la hermenéutica fue la del caos, del interrumpido, del inacabado, del inconcluso, en fin, de toda esta serie de infortunios que siguen permitiendo a Bolivia ser Bolivia. Oscar Cerruto en El círculo. Mientras otros involucrados van tomando formas, se van materializando, aparecen pajpacus, sunchu luminarias, lluncus, radical chic y progres de esta extraña fauna que parece nunca irá extinguiéndose.

El circo estaba preparado, sin adobe, ni el Takesi o una apacheta, solo un muy ordinario Tahuantinsuyo alrededor del cual vegetaban anómalos testigos de Jehová y soubrette monolíticas, esas sí en sintonía con el tentativo de ambientación de un mundo donde el chicharrón sacabeño y una solitaria bandera peruana la hacían de comparsas fantasmales.

La música no fue la banda sonora del Gótico, la presunta responsable de la pérdida del vuelo…Boney M., Donna Summer, Earth Wind & Fire o Grace Jones…no, la nuestra fue Deep Purple y The Allman Brothers Band a volumen sostenido. Una sobaquera con un etiqueta negra nos ayudó muchísimo.

Una actuación sin personajes principales, un teatro al cual Beckett acudiría sin invitación. Un desencanto que el tiempo madura en una fábula sin tiempo, en una narración sin la hipérbole de los cuentos de terror presentados -se trataba de una antología en la cual se cruzan Samanta Schweblin, premiada propio hoy con el Premio José Donoso, Javier Viveros, Rodrigo Urquiola y Claudio Ferrufino-Coqueugniot- sino con lo maravilloso que, desde siempre y por supuesto, ha deseado la exageración, o sea la novela de nuestro cotidiano realismo mágico.

Maurizio Bagatin, 10 de septiembre 2022

Imagen: Giovanni di Pietrro Falloppi, llamado Giovanni da Modena, El infierno, particular del fresco que encontramos en la Iglesia de S. Petronio (Cappella Bolognini), en Bologna.

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