Todas las hojas son del viento


Profanadores. Segunda vez que tiran abajo las apachetas de Mama Serpiente, la Diosa Madre vuelta presencia en la quebrada. La primera vez, cerca, encontré los restos calcinados de una fogata, una lata de Red Bull chamuscada y un volante de esos que en vez del rostro palestino del Nazareno usan un dibujo de alguien que te recuerda a uno de los Bee Gees.


Supuse que había sido un desliz, los nocivos efectos anti.paganos del energizante, pero ahora intuyo que lo que se está develando es una batalla mística frente a nuevos extirpadores de idolatrías.[1]


Volví, tercera vez, a levantar mi ofrenda, mientras me preguntaba: ¿Por qué será que les temen a unas piedras? ¿Por qué se elevan portadoras de un mensaje a un dios que desconocen y no respetan? Allá ellos.


Los árboles brillaban: la luz del sol se colaba entre el follaje. Las hojas de los álamos se agitaban. Era el viento que jugaba con ellas. Fue inevitable recordar la aullante voz de Spinetta dictándonos que:


Todas las hojas son del viento

Por que él las mueve hasta en la muerte

Todas las hojas son del viento

Menos la luz del sol.


No había nadie allí adentro. Sólo los árboles, el viento, el sol, las piedras, Mama Serpiente, la vida y la muerte. Allá ellos.


Pablo Cingolani
Antaqawa, 22 de octubre de 2022
La última foto corresponde a la cabeza de Mama Serpiente





[1] A propósito del asunto, vale la pena transcribir la mismísima fuente de donde se conoce el origen de tan desdichada e infructuosa labor. Copio algunos párrafos de Arriaga (1621) que se relacionan con piedras. “A Cerros altos, y montes y algunas piedras muy grandes también adoran, y mochan, y les llaman con nombres particulares, y tienen sobre ellos mil fábulas de conversiones, y metamorfosis, y que fueron antes hombres, que se convirtieron en aquellas piedras (…) Todas las cosas sobredichas son Huacas que adoran como a Dios, y ya que no se les pueden quitar delante de los ojos, porque son fijas, e inmóviles, se les procura (como dije arriba) quitárselas del corazón, enseñándoles la verdad, y desengañándoles de la mentira (…) Otras Huacas hay móviles que son las ordinarias, y las que van nombrados en cada pueblo, que se les han quitado, y quemado. De ordinario son de piedra, y las más veces sin figura ninguna, otras tienen diversas figuras de hombres o mujeres, y a algunas de estas Huacas dicen, que son hijos o mujeres de otras Huacas, otras tienen figuras de animales”. La obra completa se puede leer en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.



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