Humberto Quino Márquez de Tambillo


Miguel Sánchez-Ostiz 

Busco desde lejos a Humberto Quino, boliviano, abatido vate, pianista de burdel, y lo encuentro en sus poemas, en imágenes que Internet guarda para un arbitrario para siempre jamás amén. Humberto desapareció de las redes, esa muerte súbita a la que tentamos sin decidirnos a dar el paso porque sabemos, algo sabemos de sus enredos. Humberto se esfumó, se hizo fantasma a la manera que apunta Joyce en Ulises:

«¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres»

Tal vez se preguntase qué hacía en el zascandileo de esas redes, palestras, púlpitos, perreras, y se viera obligado a responder que poca cosa, muy poca: prontos, caprichos, curiosidades, poemas ajenos más que propios, hojarasca de un día que llaman «contenidos» con frialdad de laboratorio social donde se nos disecciona como a ratas, con nuestro consentimiento y alegre participación.

«La poesía es el último foco de resistencia contra la iniquidad de la sociedad», y las fieras ríen a degüello y el poeta sigue en su sótano, y escribe y no cede «viejo perro».

Busco a Humberto y escojo de manera arbitraria dos poemas:


Confín del condenado

Hazme volver a estas alturas
Piedra cerrada en que agonizo y caigo
Como un profeta desfigurado
Ante una lámpara de aceite.
He visto una botella rota en mi sangre
Los avisos de neón y mis deseos de matar
Inútil que llore en una callejuela
Sin luna en que leer
La desdicha que me agobia.
En el alba
Los perros orinan en tus esquinas
Y yo / Adán desnudo
Aúllo
Con mi viejo sombrero
Con mi cuerpo acuchillado
Pelambre de tinta
Nuca del deseo
Yedra y ceniza en la estepa
¡Oh Rocinante!
Tú / Que sobre la inmundicia
Sabes más que los vivos


Del modo en que se me ocurren cosas en Tambillo

Aldea donde el hambre nos hallas solos
Con la cabeza terrestre/ Errabundos
Hay algo en mí / Que vive en tus raíces
Yo te miré en los cerros
En la paja brava
En mi abuelo José María.
Aquí estoy / Oculto para mí mismo
¿Me roerás la sombra
La aguja de la pre-historia?
Seres resplandecientes habitan sus casas de adobe
Piedra sin llama / Sueños desiertos
Fantasmas inválidos por el viento de la tarde
Ese resorte que nos asoma a la muerte.
Pinta lo que sucede a un poeta sin halo / Con querida y sin melena
Es demasiado para cualquiera
Sostener la lira / La bacinilla
Comer higos secos en verano
Verduras
O
Dejarse crecer la barba
Las uñas
Los cabellos
O
Pesar el tintineo de sus huesos
En cuclillas
De pie
O
Echado sobre un colchón de paja.
Una jornada en la hondonada
Gozar como un gorrión
Un organillo que aullidos lanza
Mueca fofa
De la garra que acaricia
Caminante póstumo
De una boda con la muerte.

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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (10/11/2022)

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