En estas montañas que siento mías porque las amé desde un principio donde no es necesario un final para explicarlo; en estas montañas que son mi cuerpo porque he caminado por sus piernas que son mis piernas, las que me llevan; por sus brazos que ya son los míos, los que me alzan; por sus venas y su corazón vibrante que late conmigo, y son también mi sangre, sangre andina, sangre de Chuquiago Marka, sangre siempre fértil, sangres que sanan
Encontré una piedra
Donde escribí
Todas mis verdades
Donde refugié
Todas mis pasiones
Donde amparé
Mi destino
Es una piedra roja -como la sangre derramada en el camino, sangre fraterna, sangre compañera, sangre propia y todas las sangres juntas vueltas canción y faro que no vacila y muelle que, alguna vez, acaso, servirá para descansar antes de volver a soñar, antes de volver a soñarlas y seguir caminando juntos
Es una piedra roja -bella como la vida es bella, la que se siente y se llueve por sentida, intensa y comprometida, la que no se agota, la que no cede, la que pelea
Es una piedra roja -admirable en su soledad, en su estarse digna, de pie, alzada contra toda tempestad, tsunami o pronóstico pesimista
Hoy la honré
La ofrendé como debe ser
Nada del encanto del mundo
Debería sernos ajeno
Toda la magia de una piedra
Está también dentro tuyo
En estas montañas y en esta piedra, he decidido ampararme y dejar de desolarme y martirizarme sin propósito
En estas montañas y en esta piedra, paso a paso, caminaré de nuevo mi vida
En estas montañas y en esta piedra, cuidaré mi memoria, para que sean testigos que nunca dejé de verte con mis ojos de niño
Hoy te honré
Te ofrendé como debe ser
Y la piedra sabrá qué hacer
Con todo el amor que siento
Y las montañas sabrán
Cómo llevarlo hasta vos
Allá arriba, hasta el cielo.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 9 de noviembre de 2022
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