El paisaje es la casa del ser. Una lectura de Contemplación de Rocío Estremadoiro


Una poética de la inactividad sería la contemplación. Es mi lectura de Contemplación de Rocío Estremadoiro, regando jardines y cultivando palabras. Según Kazimir Malevič, la forma más alta de humanidad es la inactividad, porque, como sugiere Giorgio Agamben, mientras que para los antiguos era el trabajo -el negotium- el que se definía negativamente con respecto a la vida contemplativa -el otium-, los modernos parecen incapaces de concebir la contemplación, la inactividad y la celebración como otra cosa que el descanso o la negación del trabajo.

Como en el lenguaje, el mirar y el observar, el contemplar de Rocío es el tiempo dedicado en reunir en su mirada el paisaje con todos sus entes y ofrecerle espacio: la sombra y el movimiento, el silencio y el canto, la imperfección y la belleza. Todo lo que está en todas partes y en ninguna. A todo lo que le restamos nuestro tiempo, nuestra presencia, detenernos frente a una hoja, perdernos mirando un árbol, vivir contemplando también emociones y sensaciones.

La contemplación son fabulas y son leyendas, son historia y sueños, es el picaflor andino castaño o colibrí de Cochabamba (Oreotrochilus adela), el canto del gallo catalán en un patio que espera desde el Juan de la Rosa, es una poesía de Antonio Terán Cabero:”…y que así la noche se preludie con grillo agoreros no por/ eso los ojos dejarán de posarse ávidamente sobre el mundo”.

Contemplación se enfrenta honestamente a nuestro diario ir y volver, al homo oeconomicus y a la creciente desertificación que ahoga el espíritu, visibilizando la utilidad de los inútil, dejándonos, felizmente, el mundo como una pregunta.

P.D. Tanta buena música acompaña los relatos de Contemplación, pero el silencio a la sombra de un molle es el atmosfera que aconsejo para una feliz lectura.

Maurizio Bagatin, julio 2023

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Imagen: @Opinión Bolivia

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