Como matan a un árbol


Historia triste, historia de todos los días. Historia que me conduce a un cuento de Rafael Barrett, El odio a los árboles inicia así: Que un advenedizo construya una casa, con el dinero rápidamente ganado en honradas y secretas operaciones comerciales, está bien. Que construya una de esas lúgubres y sangrientas y vulgares masas de ladrillo; con agujeros enrejados y techo de teja, está menos bien. Pero lo que hace estremecer es que os declare: “Ahora voy a arrancar todos los árboles en torno para que la propiedad quede linda”.

Siempre voy a lo de la caserita a comprar coca paceña para el acullico, me gusta charlar con la Tia Natty, con su hija o con su hijo, ellos atienden muy cariñosamente a los caseritos. Creo haber encontrado en ellos algo de esta transición fatal del mundo campesino que en una generación se ha hecho ciudadano. La descampesinización inició en el 1952 y con ella el olvido a un pasado atroz. Tristemente con el olvido se va inyectando también un cierto odio, un resentimiento con el pasado del campo, el mundo campesino, el verde, los árboles, todo lo que pueda reconducir atrás con el tiempo.

Un día le dije al hijo de la Tia Natty que estaba retornando de su tierra, Punata, la perla del Valle Alto, y en su sonrisa lo vi orgulloso de ser originario de aquel valle, en sus pocas palabras el traspaso de una época a otra, en la mirada algo que la generación digital (los millenials…) sufre pero parece tener adentro algo que tarde o temprano explotará. Será por la falta de agua, por la estupidez de los analógicos adictos al trabajo y al éxito, por algo será. Su hermana al oírlo decir que eran punateño le contestó que “¡él será punateño!”…desarraigo forzado, ausencia de raíces mimetizada con la modernidad.

Hoy estaban matando el árbol de jacaranda de la acera. Dicen que sus raíces estaban forzando la pared de la tiendita. Todos dicen lo mismo. El éxito antes de la contemplación y de la vida. La ciudad jardín está despellejada, encapsulada adentro del humo de los incendios y del esmog de miles y miles de esquizofrénicos vehículos.

Rafael Barrett termina así su cuento: “Se prefiere el sol abrasador a la dulce presencia del árbol. Se diría que los hombres no son ya capaces de sentir, de imaginar la vida en los troncos venerables, que tiemblan bajo el hierro y se desploman con lastimero fragor. Se diría que no comprenden que también la savia es sangre y que sus víctimas se engendraron en el amor y en la luz. Parece que las gentes viven esclavizadas por un vago terror y que temen que el bosque proteja facinerosos y anime fantasmas. Detrás del árbol adivinan la muerte. O bien, obsesionados por un dolor sin forma, quieren copiar en torno suyo el desolado desierto de sus almas”.

Veo en mi sueño al “chef du village” bajo el árbol de mango, rodeado de niños y de niñas, de mujeres vestidas con multicolores prendas y de hombres que llevan vino de palma para calmar la sed, es el árbol de nuestra tabula rasa…y sufro la muerte del árbol de jacaranda de la caserita ambiciosa.

Maurizio Bagatin, agosto 2023
Imagen: Árbol calcinado en el Valle Alto

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