Se fue por otro lugar. La antropología era su mundo, mientras iba describiendo con paciente pasión las soledades de la modernidad, llevándonos de una sala de espera de un aeropuerto hasta los escombros de nuestra época: un poco Nanni Moretti y un poco Wim Wenders. Amaba las ruinas y con esas construyó toda una teoría, a veces reconocida otras veces rechazada. Le hubiera gustado a Andy Warhol guiarlo en la sociedad del espectáculo, “toccata e fuga” pop de un mundo que con al arte hacia aun resistencia.
Buscó a Rimbaud yendo en bicicleta. Será una metáfora pero tuvo buenos maestros y reconoció los mitos de ayer y las necesidades para el Futuro. Le debía mucho a Lévi-Strauss y a Maurice Blanchot.
Y paseaba entre arte y pueblos antiguos, la aceleración de la historia y la preocupación ecológica. Desacelerando frente a un bistrot, entrando en un cine de arte, pensando en aquel posmodernismo que Lyotard le ofreció en una bandeja de oro. Sabía que los horrores de la Historia, los seres humanos, vamos repitiéndolos y que solo una consciencia histórica nos repararía de futuros horrores. Yendo en bicicleta, como una nueva forma de humanismo.
Maurizio Bagatin, 24 de julio 2023
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