¿Qué aguas sucias beberemos?


Márcia Batista Ramos

“El agua y la tierra, los dos fluidos esenciales de los que depende la vida, se han convertido en latas globales de basura” Jacques Cousteau

Alonso frotó el mentón pensativo y miró hacia el horizonte al mundo viejo de Dios, suspiró profundamente dejando caer los hombros en signo de desaliento ante una realidad, irrefutablemente, caótica; sintiendo una mezcla de miedo y compasión por el futuro del planeta en que habitamos. Por muchos y muchos años miró el mismo paisaje antes de seguir viaje por los caminos de la vida. De la cima del cerrito, podía ver el monte y la laguna que lo antecedía. Ahora el monte estaba solitario y triste, porque la laguna estaba seca. Su muerte era el anuncio de nuevas muertes.

- ¡Madre santa! - Exclamó a sus adentros al percibir que ahora todo es extremo, porque el cambio climático congela en el invierno, cocina en el verano, no hay intermedios, ya murió la primavera.

Alonso siempre plantó arboles donde pudo. Trabajo arduo y solitario, donde las personas se conforman con trabajar durante la semana, ir a bailar y tomar unos tragos el día viernes y vivir en un departamento pequeño con una televisión enorme.

Ahora, Alonso está preocupado ante el cambio climático, la salinización de los suelos, la mala gestión ambiental, los innúmeros desastres naturales y el futuro que no para de venir en el eterno presente en que vivimos.

Para él, es un tanto incomprensible pensar sobre el ocaso de muchas civilizaciones antiguas por desastres ecológicos, cuando nuestra civilización comete los mismos errores de las que nos precedieron. Con tantas tierras desertificadas, nadie recuerda que la salinización de los suelos fue una de las causas de la decadencia de Mesopotamia. Tenemos sobrada información sobre el ocaso de tantas civilizaciones que sucumbieron ante el cambio climático, como el colapso de los Mayas por sobrepoblación, empero, nada nos mueve.

Actualmente los desastres naturales son palabras mayores y la muerte campea suelta, aniquilando vida animal, humana y vegetal… Pareciera que todos se rindieron, ya que se limitan a grabar los desastres en sus celulares y reproducirlos en las redes sociales como un show banal. Nadie reflexiona sobre las víctimas o lucha por tratar de mejorar las cosas, como prueba del letargo y del conformismo del siglo veintiuno.

Con el ceño fruncido Alonso, experimentó el desencanto por una época que prometía ser más avanzada en todos los niveles. Recordó las promesas en el contexto de la contracultura hippie en la era de Vietnam, cuando prometían que la Era de Acuario seria de paz y amor en conexión con la naturaleza y no el debilitamiento de la sociedad en todas sus facetas.

Él se afligía profundamente, porque comparaba la diplomacia del panda con la explotación sexual infantil y experimentaba la misma impotencia de aquellos que tienen hambre y no tienen un mendrugo de pan. De verdad, Alonso, no quería mirar u observar lo que pasa a su alrededor. Pero, para él, es imposible no hacerlo, con los pies bien en la tierra, con su pasión por la naturaleza y su amor por lo bueno de la humanidad.

Consiente de que la crisis de la pandemia, colocó de manifiesto en todo el mundo las debilidades de los sistemas económicos, sociales, sanitarios y políticos, independiente de la forma de gobierno, aumentando los conflictos emergentes; Alonso se eriza al pensar en la Tercera Guerra Mundial que ya empezó y que sus batallas no son sólo militares, sino que también son luchas de las élites por el poder, el control de la ciudadanía a través del miedo y de la manipulación, entre otras cosas.

Las tardes son más calurosas y entibian los cerebros, el clima y los desastres naturales parece que tienen que ver con la furia de algún dios furibundo. Nadie sabe cómo evitar el desastre que está previsto.

Alonso, deja caer unas lágrimas de angustia pensando: - ¿Qué aguas sucias beberemos? –Mientras unos hombres sudan trabajando, en cuanto otros cuentan ventajas en sus redes sociales esperando la lluvia que caerá de diferentes cielos.

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