Somos los últimos bohemios
Elegimos la santidad de la derrota
Y la memoria de nuestros mártires
Somos los últimos bohemios
Elegimos la memoria de la derrota
Y la santidad de nuestros mártires.
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Los últimos bohemios (2)
Somos los últimos bohemios
Los que escuchamos con devoción
El bramar del río y honramos
La memoria del Señor de los Cactus
Somos los últimos bohemios
Los que peregrinamos las arenas
Y creemos que las huellas que dejamos
No se borrarán jamás. Somos esa fe
Somos esos desadaptados
De puro arraigo al viento y al sol
Somos los que sentimos que nuestros sueños
Siguen volando entre la memoria
Los colibríes y la santidad
Somos los últimos bohemios
Y somos lo que amamos
Somos nuestro amparo.
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Los últimos bohemios (3)
Somos los últimos bohemios, elegimos la santidad de la derrota y la memoria de nuestros mártires
Repite eso, sin vacilar, dale la vuelta, si quieres, pero repítelo, repítetelo sin cesar, porque está en juego tu honor y no hay nada peor en la vida que ir rebotando por ahí entre las paredes sucias del deshonor y de la infamia
Somos los últimos, los últimos bohemios, los últimos de los últimos que siguen soñando barcos encallados en la selva, huellas que se pierden en la arena, oasis imprevistos, revoluciones imposibles, espejos ausentes, muelles abandonados, molinos rotos
Comulgamos con el silencio fértil y con la palabra, más no cualquier palabra, sólo la palabra precisa, sólo la palabra que sana, sólo la palabra que desmiente tanta toxicidad verbal, tanto lenguaje herido, herido de muerte, tanto malgastar/fosilizar los significados, tanto ahuecar/desmagnetizar los sentidos, llenándonos de mierda, de mierda virtual, vana, banal
Somos los perseguidos de siempre, los desconocidos de siempre, los incorregibles de siempre, los afanosos que, como hormigas dementes, vamos detrás de lacerantes epopeyas y rumbos mutilados, los idealistas de siempre, alzando hilachas que son banderas, pero siempre fatalmente altivas, los apasionados, los que nunca nos rendimos, ni nos rendiremos jamás
Porque somos los bohemios de la fragua alzada en armas, de las ilusiones que se volvían realidad en cualquier selva o en ese bar donde el espíritu de Arlt andaba rondando, los siete locos, los siete parias, carcomidos por licores & venenos varios, obscenas trampas para conjurar el dolor, los setecientos valientes, los siete mil ilusos, pero con voluntad, convicción y huevos y ovarios y la patria socialista en el corazón y la sed del mundo en los labios, los últimos bohemios, los raros, los desadaptados, los olvidados
Que no se olvidan, que no se olvidan nunca de las batallas y de los compañeros, de esa fe que movía montañas y derrumbaba edificios, de ese fervor por la patria libre, por la patria justa, por la patria soberana, por los pies descalzos, por el barro que pisaban esos pies, por ese barro y esos pies que eran la patria y los anhelos y la guerra justa y la emoción más sincera, la más nutriente, la colectiva, la que fortalece, la que no transa, la que vivifica, la que no se oxida, la más bella de todas las emociones, la de esas epifanías que se volvieron huellas: el Aramburazo, Garín, La Calera
Toda la resistencia
Toda la piel puesta en sangre
Toda la fe, todo el ardor, todo el amor
Todos nuestros compañeros que entregaron la piel, la fe, el ardor, el amor por resistir, por organizarse, por combatir
Los honramos así, los celebramos así, los recordamos siempre, al hombro y de nuestro lado: somos los últimos, los últimos bohemios, elegimos la memoria invicta de la derrota y la santidad, la santidad majestuosa e invencible de todos nuestros mártires.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 8 de marzo de 2024
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