“Realizar las muchas formas de existencia que me habitan” fue el principal sueño de Walter Benjamin.
Pensar que dos granos de trigo podían contener todo el Shema Israel, la esencia del judaísmo, esencia mínima inscrita en una entidad mínima. Un sueño y todos los sueños. Producir una obra que fuera compuesta enteramente de citas. Una Babel adentro de una biblioteca de Alejandría, un Aleph adonde la escritura haga posible el mosaico mas loco y concebible: el encuentro de todas las citas. Flaubert y Balzac, paseando con Baudelaire, flâneur por excelencia.
Un sueño era “compartido” con Baudelaire: “interrumpir el curso del mundo”. Las colecciones de libros, juguetes, afiches de santos, colecciones de proverbios y “su inteligencia aparentemente desencarnada estaba impregnada de una sensualidad vital y a veces violenta, demostrada por sus aventuras eróticas, su atracción por las drogas y su pasión por el juego”.
El Angel de la Historia, el Angel andrógino en fuga de Jula Cohn y de Asja Lacis, el Angel que sigue buscando y escapándose del “jorobado” de las fabulas alemanas, y de su Infancia berlinesa que se cruza con la obsesión por la muerte. Muy parecida o a la par de la obsesión de Elias Canetti. Fue “pescador de perlas” según Hannah Arendt, desterrando el gran problema de la humanidad, el lenguaje.
Sentados en una café de París, leyendo su libro sobre el hachís, deambulaban pensamientos extraños, las mujeres de Toulouse-Lautrec paseaban, el vendedor de libros en Pont des Arts sacándose el tabarro, “el célebre cuento de Poe” con toda una nueva humanidad en un solo hombre.
Personaje fascinante, afortunadamente en Port-Bou no hay peregrinos, ahí la soledad tiene un aire de búsqueda, de narración, de memorias comprimidas, en sus palabras se cruzan Kafka y Döblin, hasta alcanzarnos como “el recuerdo de una omisión, el decir de un olvido”.
Maurizio Bagatin, 17 de mayo 2024
Imagen: Walter Benjamín en una ilustración de Ralph Steadman
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