Gobernamos mundos y olvidamos nuestras vidas


Ida y vuelta en andares que dejarán depositados el polvo y el rastro de un pasaje. Oídos sordos y deslumbrantes que se permutan con el silencio. Y el temor al dolor y al miedo que en nosotros siempre serán nuestros potenciales enemigos.

Gobernamos mundos y olvidamos nuestras vidas. El transcurrir de los días que no contempla la mirada a las pequeñas cosas. Perdidas observaciones primordiales y de vital importancia. La señora ya anciana que apoyada en la tarde a una pared de adobe va absorbiendo el calor que el sol durante el día ha ido depositando. El anciano del pueblo que espera el retorno de su esposa, ella se fue a protestar en contra del abuso de una angurria sin fin.

Vamos recordando la poesía que fue la vida pasada: “El cielo como un ave/persiste en vuelo curvo/y el río nos refiere de acuáticos charangos/que abrieron con el agua sus pestañas de peces. /Evidencia la siembra/el fluvial pensamiento que liberta sus formas/sosteniendo en menguante/con su índice verdura.” (Edmundo Camargo, Latitud de vida agraria)

Y otra retorna, esta vez la mía, en búsqueda de la palabra: “…Cierto. / He asumido transformaciones, las bofetadas y las caricias/y cualquier sueño son visiones/útil y superflua envoltura/que entra y deja entrar.”

Gobernamos mundos y olvidamos nuestras vidas. Dejamos a nuestros sueños la complejidad de las formas, la inocencia del lobo y la emoción de una lagrima. En un recuerdo encerramos enteras épocas: “Mi abuela al ver por primera vez un hombre negro acercarse a la casa; Giovanni que no conoció el VHS; el aun inenarrable surrealismo vivido uno de estos días por aquí”.

Retornamos, de vez en cuando, a lo humano, miramos alrededor a la eterna injusticia, escuchamos una música pertinente, nos abrazamos y volvemos a nuestras casas silbando a cada pedaleada.

Maurizio Bagatin, 28 de junio 2024
Imagen: Anita Malfatti

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