El cielo sobre mi cuarto


No utilizaré naftalina para que su calzón, el sostén o un par de delicadas medias, adentro del cajón pierdan su estadística y su encanto. Afuera, el canto del ruiseñor atiende, es el baile del columpio que se empareja con un reloj de arena; a veces son los colores que confundimos o nos confunden, los verdes que en las noches del verano son más negros, el de la flor del jacaranda que florece en otra estación. Abstracciones y picardías se van fusionando en un boliche de periferia, será Marne-la-Vallée al despertar de un año nuevo o una playa desierta del Pacifico mexicano. No hay ninguna diferencia cuando voy leyendo el propósito de Lezama Lima. Acompañaré la contemplación a un Sena rodeados de aspirantes poetas y pintores, clochard o rufianes, sino el amanecer de cuatro pescadores que vuelven sonrientes con en boca un cigarro Delicados aun dulzón.

En la parte trasera de la casa, ¿o es la de adelante?, aun no decidimos si las cicatrices de nuestra historia serán marcadas por esta eternidad que penetra como cuchillo de Toledo, y puede ser en el vientre, en la sien o en nuestra imaginación. La salud es cuestión digestiva, nos recordaba Nietzsche, todas las soluciones a los grandes problemas inician con una buena digestión. Lo acido en lucha con el alcalino, lo sintético que se disputa un lugar con el orgánico. Solo un post data va corrigiendo el alea iacta est que en nuestros días es cada vez más parecido a la esperanza. Otro día lo será del encanto o del caos o de un amor perdido durante una aurora boreal en la Islandia de Borges.

Buscaba un adjetivo, tal vez el estilo que muchos poetas encuentran en sus lecturas, otros caminando en soledades sin aliento, el vate italiano atravesando la miseria del ser humano. Beatriz, Laura, Raquel, musas y seres bíblicos que no refutan el destino, Mnemosine mirando a través de un extraño olvido, de día locuaz y trabajadora, en la noche silenciosa en una danza silenciosa que maravilla el canto de sirenas y ciclopes.

La poesía nace siempre de una guerra. La batalla es siempre la nuestra. Ayer fueron semillas llevadas por el viento en fecundar una tierra que nadie quiso herir; penetraron surcos invisibles y navegaron como Ulises. En algún momento dejamos de comprender al mundo, todo lo enseñado fue borrándose instantáneamente, y el asombro fue destituido. La estrella fugaz del centro de la tierra llegó consumiendo el último de los alimentos terrestres, nuestra evolución. Cuan efímera la belleza sin un adjetivo que la acompañe. Cuan compleja es para el hombre la simplicidad de una nube, cuan simple es la física cuántica para los insectos, las plantas y una flor del campo.

Maurizio Bagatin, 29 de junio 2024
Imagen Takei Takeo

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