18 cuentos


“No es lo mismo oír lo hablado que escribir lo oído” -Augusto Roa Bastos-

Se puede camuflar el pasado y se puede narrar las emociones, luego se puede escribir un cuento.

Todo fluye adentro de nuestra memoria, a través del recuerdo de un rapsoda, de un trovador, de un sueño que el niño va contándole a su mejor amigo, de la aventura vivida por alguien que ahora, más de setenta años después, nos la va recordando con el mismo pathos del instante de aquel entonces. De este fluido nace el cuento, un sumergirse en un mar azul y quedarse en apnea todo el tiempo necesario para ver el relámpago y el circulo que se cierra, y reconocer como los deseos se vuelven rápidamente recuerdos.

Cierto, como una “…ronda de juego al uso infantil”, un cuento debe recordar olores y sabores, perfumes y sonidos, imágenes y voces, saberes de fabulas oídas frente a una fogata en las largas noches de los interminables inviernos o anonadados por la mirada del libro abierto en un cielo veraniego.

Antonio Rivera en sus 18 cuentos reelabora su memoria, las supersticiones, la picardía de un pueblo, lo vivido, la fantasía y su imaginación, que es la primera fuente de la felicidad humana. Por eso, contar cuentos queda como un don y una delicia que nos reconduce al alba de los tiempos, a esta tabula rasa de lo humano que siempre ha deseado tentar a las utopías y a los mitos. Este ser humano que a poco a poco ha ido acumulando narraciones que hoy podemos disfrutar a través de la lectura de un cuento.

Maurizio Bagatin

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