Los precursores de Homero


El Mediterráneo delante. El primer viaje debe haber sido el suyo. Y con él, la mentira, la imaginación y el destino, siempre fieles e irrefutables compañeros. Otros, tal vez precursores de algunas verdades, mirando a Creta, a Corfú, a Santorín, el color de la tierra de Pangea. Una mirada a Lesbos, a toda la metis de Ulises. Y el mar junto al cielo en un solo color. Figuras que se iban formando o en plena metamorfosis: hipogrifos, quimeras, monocerontes, el árbol de la sabiduría escondido entre las rocas de Addis Abeba. Lo imposible y la libertad que necesita desde siempre la poesía.

Fue Penélope en inspirar a Aureliano Buendía y debe haber sido Susana San Juan la heroína de Úrsula Iguarán. Suposiciones hechas un domingo por la tarde bajo el molle; el corazón de un picaflor se para y su cuerpo se deposita en mis manos abiertas, la cucarda sigue en flor y su polen es para otra vida. Es Gregorio Samsa el martillo de Michel Houellebecq. En algún lado de nuestra inspiración se oculta el precursor. Borges fue milimétrico y sensible, Thomas Eliot escéptico y responsable.

En el vientre de la ballena confabulan rapsodas orientales, discuten los héroes trágicos, se enorgullecen los románticos. El misterioso Grial es interpretado por trovadores, parece ver a Cyrano de Bergerac detrás del seto mientras engatusa a Roxana, su amor imposible; más allá alguien está oyendo la narración de la hazaña de Carlomagno, él que buscaba el hilo tejedor de una Europa que solo él soñaba, cristiana e imperial. Luego vinieron Napoleón e Hitler, uno despertando al orgullo del otro, como en un azul de Prusia antes de la batalla final. Terminaron con pesadillas, uno en su Santa Elena, el otro buscando Agartha.

Elfos, gnomos, hadas y brujas rodean el jardín de las maravillas, ahí no encontraremos entradas algunas sin haber perseguido a Homero. Sin haber soñado adentro de una ceguera encantadora, en el silencio sideral que nos pone frente al abismo de la Historia. Ulises en sus peripecias nos regala el retorno, la Biblia nos obliga al exilio.

Seguimos el andar, camina el errabundo y corren los dioses del Olimpo, hoy no se atreven a respirar del caos, no se lanzan hacia el ocaso de nuestra civilización. Danzan musas irrequietas donde Homero sigue armando toda la ilustración en un cáliz de vino. Los rapsodas de nuestra época se ocultan en las últimas cuevas, el poema épico tendrá que ser narrado entre ruinas y escombros, ahí donde Hesíodo recordaba a Femio y a Demódoco o donde nosotros recordamos a Giambattista Vico: “essi popoli greci furono quest’Omero”. Una génesis de un lenguaje que queda un problema aun irresuelto.

Sigo mirando, así tan lejos Bizancio o así tan cerca Thule, perseguido por los pasos de Rimbaud y de Chatwin, todos seguiremos sus huellas con los eternos soñadores del norte y el sueño del sur.

Maurizio Bagatin, julio 2024

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