Márcia Batista Ramos
Los vientos de agosto, impúdicos, invaden el mes de septiembre. Tal vez, porque falte cumplir algún mandato de recoger alguna alma que se agarra a un cuerpo decrépito. Quizás, la muerte no alcanzó a todos de su lista, entonces los vientos helados y rabiosos, soplan con hostilidad para distraer a todos, mientras la muerte busca a los ancianos de casa en casa, para poder encontrar al elegido. Es así en cada agosto, los viejos letreros meneándose como viejas campanas, queriendo derrumbarse, zarandeándose hasta que se borren las letras y nadie sepa qué es lo que se vende en cada puerta.
El silbido del viento recuerda, con un escalofrío, a un llanto distante que viene más allá del patio de la casa que no tiene aljibe, que no tiene cerezos…pues, es un patio empedrado que no tiene nada. Tal vez, bajo el basalto que adoquina el patio, duerme el Jorge Luis, él que cometió el peor pecado que uno puede cometer. No ha sido feliz. Borges, nació con un viento helado en una madrugada fría de agosto, arrugado y con la piel tan delgada como la de un anciano. Y vivió como un anciano todos sus días, con achaques en el cuerpo y padecimientos en el alma, como si todos los días fueran días de agosto. Un día percibió que, nuevamente se acercaba agosto en el calendario y decidido, sin miedo, muy caballeroso, se entregó a la muerte en el mes de junio, para que la muerte no tenga que esperarlo hasta agosto, un mes tan congestionado.
Nadie está obligado a amar a los almendros, con las estrepitosas ardillas rojas en sus copas y con sus raíces negras que les sostienen inmóviles durante los vientos de agosto. Tampoco, hay que pensar que la muerte acecha en agosto, a todos los nacidos vivos. Aunque la muerte siempre está husmeando y escudriñando a todos, para elegir a quien emboscar.
En agosto, mes de vacas flacas, aumentan las necesidades y las muertes. Pero no hay que impresionarse, algunos prefieren nacer en agosto, como también fue el caso de Lovecraft, autor de relatos y novelas de terror, que de niño le gustaba frecuentar parajes extraños y apartados para poder dar rienda suelta a su exaltada imaginación y de grande escribió relatos y novelas de terror y ciencia ficción. Posiblemente, una luna de agosto, influenció el carácter de Howard Phillips Lovecraft, quien aseguraba que, el pensamiento humano es el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra. Es difícil saber qué le hizo pensar así. Interesante es imaginar a Howard Phillips Lovecraft de niño jugando con el también niño Ray Bradbury, -mismo sabiendo que no fueran contemporáneos- imaginarlos jugando En las montañas de la locura o trepándose en El árbol de las brujas, en un día cualquiera de agosto. Eso es algo inesperadamente, precioso.
Agosto, como cualquier otro mes del año, llega con sus nacimientos y muertes, pero quizás por culpa de los vientos que enferman, derrumban paredes, llevan techos, es que en el sur lo asociamos con algo taciturno. Empero, agosto, regaló al mundo una serie de grandes escritores como por ejemplo Herman Melville, Isabel Allende, Knut Hamsun, Guy de Maupassant, Jorge Amado, Alex Haley, Herta Müller, Julio Cortázar.
Asimismo, fue en agosto que nació el poeta maldito Charles Bukowski, que escribió sin reparos sobre la inmundicia de la sociedad y dejó registrada la célebre frase: “No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!”. Apenas era un día de agosto…
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