Nicoletta: mi madre, el amor de mi vida


Diana Kofszynski

En un Bucarest ecléctico, donde se mezcla el presente con el pasado, donde el pasado es más presente que nunca tomando formas de tiernas nostálgias, en ausencia de alguna "consolatio", medito sobre mi devastación interior de largas noches de insomnios y, sin preguntarme qué es el insomnio como Borges, intento una apertura al sufrimiento como nos enseña Séneca, para intentar paliar el dolor, enfrentándolo, y seguir mi camino en ausencia del ser más querido.

Sin darte cuenta despiertas un día de abril del sueño sin tiempo y miras en derredor asombrandóte del enorme espacio vacío que, a pesar de estar atestado, casi hasta el exceso, carece de alma. Sin poder interrumpir el flujo de mi pensamiento ni él de las gotas de rocío que inundan mis mejillas, las palabras que retumban en mi mente son las de Virginia Woolf recordando a su madre:

“Qué maraña de cosas puedo recordar, pero todas son de ella en compañía, de ella rodeada, omnipresente, de ella como la creadora de ese mundo abarrotado y alegre que giraba tan felizmente en el centro de mi infancia.”

Díficil tarea de reunir pensamientos, emociones, recuerdos y hacerles fluir en la página en blanco, dando rienda suelta a lo que mi alma esconde desde su desagarro interior, invisibile para los demás. Un intento de encontrar una salida y, a la vez, una catarsis profunda teniendo siempre presente la imagen, convertida hoy en icono, de mi extraordinaria madre quien, entre muchas cosas, me ha enseñado a Ser, y no perderme en un Estar, luchando con perseverancia y valor por los sueños y los ideales en los que creo, uno de ellos la creación literaria.

La recuerdo siempre atenta por llenar nuestra casa de libros, y siempre en dos ejemplares, uno para mi hermano y otro para mí, fomentando en nosotros el amor por la lectura. Adquirí de ese modo el hábito de leer, creando un espacio solo mío en mi habitación propia, hábito que Somerset Maugham describía así:

“To acquire the habit of reading is to construct for yourself a refuge from almost all the miseries of life.”

Su imagen es lo que me llena y acompaña, ejemplo de una gran magnanimidad, perseverancia, valentía, corectitud, espíritu justiciero, con el deseo de ayudar siempre al que menos tiene, valores que son hoy mi más preciada herencia. El tiempo se desliza entre páginas de libros, palabras, y versos como los de Pier Paolo Pasolini:

”Tu eres la única en el mundo que sabe de mi corazón
Lo que siempre ha sido, antes de cualquier amor.”

Es ella, mi madre, la persona que más admiro en este mundo, quien ha llenado mi alma de experiencias únicas, hoy recuerdos imborrables, y mis espacios de poesía y libros que siempre han sido mis mejores amigos.

Cuando desciendo a las profundidades del dolor es tu perfil de diosa griega que me acompaña, madre, y te escribo un poema en prosa, a ti alma sensible de poeta de desgarradora ternura:

Buscando las huellas de tu presencia...

Me siento extranjera viviendo suspendida entre mundos, en tiempos siderales indefinidos, flotando en la ingravidez con un destino -caída libre- hacia allí donde soplan todos los huracanes a la vez, lugar lejano y frío cercano a los coruscantes luceros que iluminan mi rostro de sacrosancta luz.

Te busco, madre, soy peregrino telúrico que rastrea el mundo entero por una señal tuya, enfrentando la oscuridad de la selva, alma desolada perdida por el desierto de la inquietud perpetua, que apoya su frente contra la ventana llena de olvido y derrotada, enmudecida de dolor, hunde su cabeza en la melancolía del ocaso buscando respuestas en la parte oculta de la luna.

La hierba temblorosa se marchita, la tierra grita anhelando amor, el agua azul oscuro añora tu mirada esmeralda, y todos ellos conocen el secreto de tus ojos: el eterno verde de los prados y campos, el verde del imperecedero bambú. El aire vibra escribiendo la poesía de la ceniza y todo es un inmenso cáliz rebosante del polvo y fragancias del mundo.

Mas existe un lugar en la inmensidad de la tierra que te cobija en su dulce eternidad envuelta entre humus y fresias blancas de gran pureza, cual tu alma - luciérnaga en túneles de noches dolientes. Buscando tu presencia en tu ausencia, un temblor me despierta del letargo: en la hendidura de la tierra que te cobija adormecida, un rayo de sol hizo su nido, se asoma enviando su luz cada vez que los vivos, perdidos por el vasto mundo, no encuentran el camino de vuelta a casa.

Mi madre, Nicoleta Cofșinski, trabajó durante cuarenta y ocho años, parte en el departamento de relaciones internacionales y derechos de autor de la Unión de Escritores y parte como en calidad de directora general de la sociedad de derechos de autor para la obra escrita, CopyRo, de Bucarest, siempre ayudando a los autores a recuperar sus derechos, muchas veces tarea y lucha díficil y fomentando el apoyo a la creación literaria concediendo becas a escritores, poetas, traductores y guionistas para que puedan poner en práctica sus proyectos literarios o cinematográficos.

En la fotografía mi madre en 1965, en una reunión de la Unión de Escritores de Bucarest.

© Diana Nicoleta Cofșinski 14/09/2024

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