Supo vencer cordilleras, el hielo feroz, nieves de temer, lajas que castigan, el acecho de los vientos y las tempestades, caravaneando con sus mulas
Llevaba papa, chuños y rico charque en sus alforjas, se regresaba trayendo frutas, maíz, ají y verde coca verde
He ahí la virtud, la antigua lógica de complementariedad ecológica en los Andes del trópico sudamericano
El bienvenido trueque, los benditos dones: ¿cómo te celebro, Pablo? ¿Cómo le canto al último arriero de La Cumbre y del Takesi?
Diré con tristeza: las carreteras y los camiones han abolido ese maravilloso mundo antiguo
Ese mundo de a pie, cuando el ser se estaba y, trashumando, conjugaba con su geografía, recorriéndola paso a paso y así
Era uno con ella y con la naturaleza: sus pies trazaban su cartografía, sus huellas eran su existencia
Sin que nada desmienta que su realidad, la de Pablo, era también ser uno, el mismo, entre su hogar en Chicani y esas lejanías, esas cimas sagradas, esas nieves que brillaban, los abismos y sus selvas
¿Cómo no conmoverse escuchando y saboreando el testimonio de alguien que verdaderamente labró su vida en la travesía?
¿Cómo no admirar a quien, yendo y viniendo los Andes, a sus ochenta años, te cuenta de sus andares y verdades?
Porque no fue una vida fácil la de don Pablo, pero vivió para contarla, para contármela, y compartirla conmigo y una cerveza que nos hermanaba con un grupo de comunarios -señores minibuseros ellos- la tarde que lo velaban al Fermín Quispe, querido por todos, en la plaza del pueblo… Joven el Fermín se ha muerto, 50 años nomás tenía, contó su prima Juana antes de conocernos con mi tocayo, pasa la muerte, pasa la muerte, decía la Juana mientras se aproximaba el cortejo y entrecerraba la cortina de su tienda…
Digo, ves: la vida va y viene, un día estás y al otro día te fuiste, si te toca, te toca, diría un sabio abajeño y yo buscando las palabras para poetizar tus añoranzas, Pablo Choque, porque, para mí, vos eres el último arriero del Takesi, el camino de los señores Incas que rumbea hasta Yanacachi, y ahora que te conocí, y me contaste de tu vida, esa tu vida, alguien debe cantarla, alguien debe decir: esa sí que era vida…
A Pablo Choque
Y es tu vida, Pablo Choque
La vida de un arriero
Que hoy carga en su mirada
Ochenta años
Y guarda memoria
De esos senderos transitados
De sus propias huellas
De esas nieves, de esos fríos
Y por eso te canto, Pablo
Para que se sepa
Y que no se olvide
Y también te celebro porque
Cada paso que has dado, Pablo
Lo siento mío
Cada vez que temiste
Temeré con vos
Cada alegría tuya
Fue también mía
Porque conozco
Esas montañas
He recorrido
Esos caminos
Pero ahora yo sé
Quien es
Mi huella
Quien es
El Verdadero
Caminante
De esos cerros
Quien es
El que sembró ajayu
Entre las piedras
Quien es
El que me va a guiar
E inspirar
Para siempre…
Vos.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 31 de octubre de 2024
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