Día del diablo. Mefistofélico. No ves la desesperación de los domingos, sobre todo a partir de las horas de la tarde cuando ya todo se acaba y hasta la palabra acude al silencio. El lunes, sobre todo en la noche, antes de embocar su final, escupe su voluntad de que algo volvió a empezar, aunque sin la fuerza que el fin de semana nos inyecta como el máximo de la energía. El domingo ya ves el lunes. El lunes ves todas las cosas que te perdiste el domingo. Una tienda cerrada, el vecino que no sabes si se chupó el sábado por la noche, pero reaparece el lunes con su porro encendido hablándole seriamente a otro de los vecinos.
El lunes es sagrado. Tiene su santo y su sacrificio. Ahí está el mundo, en mano al poder del mundo. Ahora que no viajo mucho – “Contra la nada se va/Cada media hora un vuelo chárter/Itinerario de gran moda” …canta el poeta – y veo mucha miseria, luces encendidas y tantos recuerdos.
Un lunes así: Víctor Hugo que va mejorando su poesía con el tiempo, como algunos vinos que, sin adulteración, van haciéndose más sabios con el transcurrir de los años, y el tonel y el corcho que los encierran en su memoria, cada día mas protegida. El lunes es más fuerte en los recuerdos.
Debían prepararnos para la vejez, tal vez, o mejor inundarnos de bellezas con historias de las mil y unas noches. Contarnos anécdotas que son poesía: Ahí estaba Luis Peredo que me llamó y me dijo: “Me saqué todo, por eso no me reconociste: me saqué la barba, los bigotes y también esta prótesis inútil de mi pierna”. Tuve nostalgia, toda encerrada en nuestra memoria, en todo cuanto hemos conocido, en perdernos y reencontrarnos. De repente se acordó, de su viejísimo origen, de unos cuantos viajes y de la guerrilla que fue esfumándose entre las ingenuidades de juventud y los eternos errores del ser humano. Se confesó: “¡Tan pelotudos logramos ser!” y se preguntó: “¿Tan pelotudos pudimos ser?”.
A nosotros, que ya no creemos a ciertas fabulas -sí a Esopo y a Apuleyo o Petronio- y nos hablan de soluciones a ciertas políticas. Discutimos, si esto o el otro valen, me cruzo al destino de que Guillermo Cabrera Infante siempre fue inmovilizado por su infancia, en aquella infancia descrita por una poesía de Louise Glück: “Miramos el mundo una única vez, en la infancia. El resto es memoria”. Y, con más violencia, combatir al otro, terminando pareciéndosele. Pero es lunes, y el vino fuerte y una mirada a los ojos nos conforta y esta es otra sabiduría de los diabólicos lunes.
Maurizio Bagatin, noviembre 2024
Imagen: Lucio Apuleyo, El asno de oro
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