Il gelso, nombre tan exótico que por cierto va acordándose de su origen oriental. Es la morera de una infinidad de historias. Los ancianos de un pueblo muy cerca al mío me contaron que la morera llegó en el norte de Italia con el arroz. Y que cambiaron la política de la Serenissima y tras la muerte del Dux Mocenigo y la llegada al mando de Venecia de Francesco Foscari, muchas provincias entraron a hacer parte de la llamada Pax Venetica, transformando el paisaje y la economía del entero territorio. La primavera fue rehén del gusano, mujeres fatigando el doble, hombres blasfemando mucho más, mayo sin la rosa y con el sonido de los gusanos de seda tan único que tuvo por bautizo un nombre, solo para él: “Koshigure”, una palabra japonesa para describir una sensación. El sonido de los gusanos mientras comen era tan intenso que lo confundíamos con la lluvia de mayo, esta lluvia que golpeaba dulcemente los techos de las casas. Ayer los vi en Chimboco, reunidos en una fila, los arboles de moreras de mi infancia, y me pareció oír de lejos el grito ligero de mi tío Gelmo y ver la mirada siempre alegre de mi tía Giovanna y yo comiendo las moras tan dulces bajo el cenador de su establo. No pude que emocionarme, y le describí mi sentimiento a la señora que atendía el vivero. Cinco o seis plantas para una emoción tan grande.
Existen algunas hojas que se defienden, y su defensa es esta su poco aterciopelada textura, ante todos hay el maíz, recuerdo de nuestra loca y serena infancia, luego viene el higo en los caniculares veranos y la berenjena de nuestras huertas. Pero, en general, todas las hojas se defienden, lagrimean, sudan, emiten olores y excretan a cualquier ataque humano. También se defienden de algún insecto, de alguna enfermedad, pero esto lo hace porque el suelo se enfermó, o porque está muy pobre. Vale por la tierra lo que vale por el cuerpo. Todos lo hemos probado, y lo hemos gozado, algunos lo habrán también sufrido, en el hilo de una navaja recorre este peligro y esta alegría. De las hojas Goethe desarrolló su gran teoría de la metamorfosis, pétalos, estambres y pistilos, el ciclo biológico de la vida. Su transformación.
Cuando mi tío Gelmo oyó la historia de la llegada del arroz junto al gelso empezó a sudar, se acordaba de que el arroz se cultivaba en arrozales inundados de agua y que, por eso, cuando le servían un plato de arroz no quería ni ver el agua. “Tráiganme un vaso de vino, mejor si es Clinton, con mucho cuerpo y mucho color porque el arroz hay que ahogarlo en el vino después que estuvo tantos meses en el agua”. Mi tía lo miraba y se reía, volviendo de la cantina nos invitaba en un vaso dos dedos del “vino prohibido”: “Prueben, tiene el sabor de las frambuesas del bosque y de las moras del gelso que justo hoy hemos cosechado”. Tomábamos y nos dormíamos bajo el mismo cenador del establo.
Maurizio Bagatin, 9 enero 2025
Imagen: Las moreras de Chimboco, Sacaba
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