El epígrafe en la literatura


Homero Carvalho Oliva

El uso del epígrafe es frecuente en novelas, libros de cuentos y poemarios; se lo utiliza para brindar al lector una idea de lo que le espera al leer la obra; como un anticipo a la lectura y a veces, también, como una provocación, aunque no faltan quienes lo usan solamente para apantallar queriendo mostrarse como muy leídos citando a autores de moda. Como tiene que ser breve muchos autores elegimos versos o fragmentos de poemas porque sabemos que encierran mayor condensación y belleza. En mi caso no sé en qué momento los elijo, no tengo un método; puede ser mientras estoy escribiendo la obra o al finalizarla, pero cuando lo hago siempre es una revelación.

En cierta ocasión me preguntaron qué tan importante es para el libro el epígrafe y yo respondí que un epígrafe bien elegido es como una puerta, puede encerrar un misterio, un tesoro o un deslumbramiento. De cualquier manera, el epígrafe es la prueba de que la literatura es un universo infinito en el que cada una de las partes está unida sutilmente con la otra. En mi poemario Los Reinos Dorados, empleé un verso de Fernando Pessoa: “Los dioses no han muerto/ nosotros dejamos de verlos”. Edgar Allan Poe los usaba en cada uno de sus cuentos para brindarles una atmósfera misteriosa desde el principio, se cree que algunos de ellos fueron inventados por el propio autor del enigmático poema El cuervo. Jorge Luis Borges y otros autores gustaban de elegir epígrafes en inglés. Particularmente cuando no encuentro alguna cita o verso que me satisfaga uso algo de uno de los personajes de mis propias obras.

Veamos algunos de mis preferidos: el peruano Mario Vargas Llosa inaugura su novela El sueño del celta, con una apropiada cita del uruguayo José Enrique Rodó: “Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes”. El guatemalteco Augusto Monterroso, autor de El dinosaurio, el más famoso microcuento, usaba los epígrafes no solamente como anticipos sino como parte de su obra, especialmente como parte de sus cuentos; para muestra un botón, abre su libro Movimiento perpetuo con un verso del español Lope de Vega que dice: “Quiero mudar de estilo y de razones”, y eso es lo que hace en cada historia breve. El italiano Antonio Tabucchi, uno de mis autores preferidos, utiliza una cita del británico Joseph Conrad (nacido en Polonia como Józef Teodore Konrad Korzeniowski y naturalizado inglés), para su libro de ensayos Autobiografías ajenas: “Primero se crea la obra, y sólo después se reflexiona sobre ella. Y es una actividad ociosa y egoísta que no es de utilidad alguna y que a menudo conduce a falsas conclusiones” y otra de Rainer María Rilke para uno de los ensayos al interior del libro que dice: “El futuro penetra en nosotros, para transformarse en nosotros, mucho antes de que tenga lugar”. Ricardo Piglia, en la premiada novela Plata quemada, cita a Bertolt Brecht: “¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo?”. José Saramago, a su vez redunda con Platón en su novela La caverna: “Qué extraña escena describes y qué extraños prisioneros, son iguales a nosotros”. John Kennedy Toole en La conjura de los necios, cita a Jonathan Swift: "Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Gabriel García Márquez en Memoria de mis putas tristes cita a Yasunari Kawabata, toma un pequeño fragmento de su novela La casa de las bellas durmientes que dice: “No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la mujer dormida, ni intentar nada parecido”, y lo hace como un guiño al lector para que sepa que esta novela fue la fuente de su inspiración.


Artículo publicado originalmente en Revista Cosas.

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