La semilla somos nosotros


Don Félix desgrana maíz Hualtaco, blancos dientes para el futuro pan sobre las mesas, sí, el pan del Inca y el pan de una elite, desde Cocapata bajan cargas de papas runas, sí, la que desapareció de los mercados, la que no descansa en los Tambos, el otro pan, el pan de los mas pobres. Dientes tras dientes va seleccionando tres calidades de granos para la futura siembra; ¿será que retorna la papa runa en la dieta andina? La poca luz y las muchas sombras del futuro campesino está en este dilema: las patentes registradas del maíz Hualtaco, una con inicial H y la otra con W, el sueño que una comunidad logre hoy o mañana desplazar la papa holandesa de sus mesas y sobre todo de sus tierras.

Doña Marina acompaña en su marcado quechua el ritual de las semillas libres, dulce idioma tan coloreado como los tubérculos que ella defiende, oca, isaño, papa, maca, muestra el chuño que las noches heladas e intensas de este año han garantizado su preparación. Su mirada profunda es como el surco de la tierra, abierto y caliente cuando recibe la semilla en el mes de agosto. Siguen descansando la yunta de bueyes detrás de su casa, pajonales hechos de chala de maíz calientan el establo, los viejos molles dan sombra a sus ovejas, fertilidad al suelo.

Estuvo muy enferma Doña Agustina, el abismo entre el mundo campesino y el mundo urbano sigue siendo un acordeón de ilusiones y promesas, muchos que siguen huyendo y pocos que retornan. Quien lo huye será tal vez una mal ciudadano, quien retorna tal vez un pésimo campesino. Ella no se desespera, sola entre cuatro paredes de caluroso adobe habla con su gato y sus perros, mira los olivos que han crecido inesperadamente, al fondo de su lote gallinas, cuyes y una humilde vaca la acompañan. En un cuarto guarda las semillas que lleva todos los martes hasta Punata, al mercado de la “Perla del Valle”, toma el camino que atraviesa Villa Rivero, con la memoria que ondula entre la figura de la Wayra de Yanakuna y el sueño revolucionario de Gualberto Villarroel.

Mujeres son las semillas, nos recuerda Noelia. Pétalos de flores de invierno rodean la mesa coloreada, Tunupa mira hacia este, el sol del invierno es implacable: puede lograr quemar la piel pero no calentar los cuerpos; invoca a la luz, a todos los dioses que acompañen un antiguo ritual. De lejos parece ver la figura de un Wayna Capac encantado por el verde, por el agua y la fertilidad de la tierra, “arequipay” dirá frente a este hechizo. Las semillas seducen, Deméter y el tiempo cíclico siguen mas presentes que nunca, no hay historia sin interrupciones y sin violencia. Las semillas recuerdan al mundo femenino, Virginia Woolf sentada a orillas de un rio, Penélope que teje y desteje, Ursula Iguarán consciente de una genealogía sin eternidad.

Aida no es solo el nombre de la felicidad, reconoce los errores del pasado, el estigma infligido al mundo campesino, al color de su piel, al ser mujer. Lleva adentro la pasión del pasado y el sueño del futuro. Como en una canción que voy cantando adentro de mi boca: “ofreces un nombre todas las mariposas, y confiesas al viento todos tusa amores”.

Vamos mezclando semillas, no una puede ausentarse, ninguna puede faltar, viene de maravilla el tomate acompañado con la albahaca, el descansar de las papas donde sembraremos una leguminosa, peace on earth decía el biólogo, así todos los alimentos llegaran a nuestras mesas. Han volado alto las semillas como todos los presentes, siguen mezclándose y fortaleciéndose, las mujeres de Arani renuevan sus semillas cada año, Giuseppe tiene sus reservas en llevar hasta Nápoles unas cuantas semillas de quirquiña.

Una fiesta es el encuentro de variedades, las semillas son nuestro reflejo, son el espejo de nuestra diversidad, nativas y criollas, el encuentro de culturas que respetan el color del otro, el saber y el sabor, la riqueza de quienes fuimos y la esperanza de quienes seremos. Nosotros somos semillas, las semillas somos nosotros.

Maurizio Bagatin, 13 de julio 2025

Imagen: III Encuentro de Semillas Libres

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