CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.
Céleste Albaret cuidó de Marcel Proust entre 1914 hasta su muerte en 1922. Muchacha de campo, soportó la tiranía del excéntrico, maniático y enfermo escritor. Publicó sus memorias que en realidad vienen a ser las del señor Proust más que las suyas propias; ella es oyente y expectante de los movimientos del otro.
Percy Adlon dirigió en 1981, en Alemania Occidental, Céleste, basada en las mencionadas memorias. La crítica fue medida en cuanto a la calidad del filme. Algunos resaltan aspectos técnicos desapercibidos para el espectador aficionado. En lo personal, me pareció una historia interesante, de extraña comprensión por parte de esa mujer del genio y sus insoportables egoísmos. Quizá se trate de una historia de amor. Tal vez Céleste fuera más grande que Proust y Monsieur Proust, su libro, intente explicar cuánto de ella hay, y cuánto no hubiese habido, en la monumental obra del francés. No lo sabremos nunca... si la sirvienta anota los pasos ajenos y no escucha los propios.
Un aspecto de interés, ya tratado en ensayos, pero con la presencia casi real de los personajes gracias a la imagen, es el de cómo Proust nutría su búsqueda del tiempo perdido con caracteres a los que recordaba del pasado -se podría decir de una vida anterior, dado que vivía encerrado y que parecía haber perecido con el siglo XIX-, y que convocaba con alguna regularidad para refrescar la memoria e ilustrar su novela. Pide, por ejemplo a Céleste que le prepare una cita con la señora X... y que ella debe asistir a la misma con el sombrero y vestido tales, los mismos que lució en algún pretérito donde la vio, observó, idolatró o amó el autor. Acción que repite varias veces hasta que ha conseguido lo necesario para incluir a la persona en la obra, con nombre igual o supuesto, quitarle figura humana y convertirla en sutil incienso o esperpento.
Construir el texto en base a un detallado esquema de los personajes que participarán de él. Partir de una idea o un recuerdo y, más que reconstruir, inventar de nuevo una historia con características actuales de quienes deberán lucir como personajes de un ido pasado. Puede ser una forma de desmerecer lo que alguien fue, pero también de inmortalizarlo. Jugada por demás válida para el artista, quien debe recurrir a cualquier medio que le provea lo que desea encontrar. Ejercicio no muy formal aunque pesado de la creación artística; permite la posibilidad de jugar con espacio y tiempo porque el invitado de turno a quien se desea retratar (como era entonces) ya se ha convertido por el paso de los años en otro, y lo que Proust puede ver ahora en su interlocutor es aquello que casi seguro estaba escondido cuando lo conoció. Al enriquecerse (así fuera decaer) el personaje con el transcurso histórico, el texto crece también y el tiempo perdido se convierte en encontrado e inmortal.
8/4/03
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), abril, 2003
Imagen: Céleste Albaret
Percy Adlon dirigió en 1981, en Alemania Occidental, Céleste, basada en las mencionadas memorias. La crítica fue medida en cuanto a la calidad del filme. Algunos resaltan aspectos técnicos desapercibidos para el espectador aficionado. En lo personal, me pareció una historia interesante, de extraña comprensión por parte de esa mujer del genio y sus insoportables egoísmos. Quizá se trate de una historia de amor. Tal vez Céleste fuera más grande que Proust y Monsieur Proust, su libro, intente explicar cuánto de ella hay, y cuánto no hubiese habido, en la monumental obra del francés. No lo sabremos nunca... si la sirvienta anota los pasos ajenos y no escucha los propios.
Un aspecto de interés, ya tratado en ensayos, pero con la presencia casi real de los personajes gracias a la imagen, es el de cómo Proust nutría su búsqueda del tiempo perdido con caracteres a los que recordaba del pasado -se podría decir de una vida anterior, dado que vivía encerrado y que parecía haber perecido con el siglo XIX-, y que convocaba con alguna regularidad para refrescar la memoria e ilustrar su novela. Pide, por ejemplo a Céleste que le prepare una cita con la señora X... y que ella debe asistir a la misma con el sombrero y vestido tales, los mismos que lució en algún pretérito donde la vio, observó, idolatró o amó el autor. Acción que repite varias veces hasta que ha conseguido lo necesario para incluir a la persona en la obra, con nombre igual o supuesto, quitarle figura humana y convertirla en sutil incienso o esperpento.
Construir el texto en base a un detallado esquema de los personajes que participarán de él. Partir de una idea o un recuerdo y, más que reconstruir, inventar de nuevo una historia con características actuales de quienes deberán lucir como personajes de un ido pasado. Puede ser una forma de desmerecer lo que alguien fue, pero también de inmortalizarlo. Jugada por demás válida para el artista, quien debe recurrir a cualquier medio que le provea lo que desea encontrar. Ejercicio no muy formal aunque pesado de la creación artística; permite la posibilidad de jugar con espacio y tiempo porque el invitado de turno a quien se desea retratar (como era entonces) ya se ha convertido por el paso de los años en otro, y lo que Proust puede ver ahora en su interlocutor es aquello que casi seguro estaba escondido cuando lo conoció. Al enriquecerse (así fuera decaer) el personaje con el transcurso histórico, el texto crece también y el tiempo perdido se convierte en encontrado e inmortal.
8/4/03
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), abril, 2003
Imagen: Céleste Albaret
7 Comentarios
La obra de Proust me resulta sensacional, plagada de vericuetos y arbitrariedades propias de la mente. Sin embargo, no olvido que es fruto del ocio de un burgués, de un excéntrico, que no tenía que preocuparse de ninguna actividad cotidiana para sobrevivir, sólo divagar.
ResponderEliminarY Celeste, pues la elucubración parece sensata. Los personajes secundarios de la historia suelen ser los verdaderamente importantes. Sólo que no pudieron luchar contra el sentido de clase, que le reserva el privilegio de la posteridad a los de su exclusivo círculo.
Excelente artículo.
A mi me resulta fascinante conocer el detrás de escenas, enterarme de las manías de los escritores y de la forma en que concibieron a sus personajes o dieron forma a sus escenarios es un deleite.
ResponderEliminarUn gusto leerle.
Gracias. Ello no desmerece al genio -la historia de Céleste-, pero hay también por lo general otra historia detrás de la escena como dice Dulce que sirve para comprender algunas cosas.
ResponderEliminarAlgo similar se muestra en el filme Camille Claudel, y la duda está en cuánto de Claudel hay en Rodin, sin desmerecerlo -otra vez-.
Cuanto aprecio siento por la obra de Proust, a veces encajonada, neurótica, dispersa, errabunda, obsesiva.
ResponderEliminarRaoúl Ruiz, el cineasta, logró recrear cinematográficamente ese mundo mental en El tiempo recobrado, una película genial.
Y esto de los personajes secundarios, los que acompañan, los que oyen el rasgar de la pluma, lapicera, cincel o pincel, los que sirven el café al maestro que luego se lleva todos los honores, suelen tener, efectivamente, mucha más relevancia de lo que la historia les ha concedido. Me hizo recordar también a madame Lavoisier, para algunos la verdadera creadora de la química moderna. Los casos son muchos, pero ya los iré desgranando a medida que me acuerde.
Un dato freak, antes que se me escape. El único escritor, hasta donde conozco, que se ha lanzado en picada contra la obra proustina (aunque lo hizo en clave humorística) fue el chileno Jenaro Prieto, el mismo autor de la novela El Socio. Lo hace con gracia, y leerlo es como recordar a los Jaujarana remedar a los jerarcas soviéticos.
Y Camille Claudel, enorme película, queda patente el celo, la envidia, la humillación, el ego desmesurado como actor protagónico en la vida de tantos artistas. Tan genios como miserables, Tolstoi no se portó mejor con sus mujeres, ni Hemingway con su madre, hermana o amantes, ni Jodorowski con su hermana. En fin, las malas lenguas, diría mi abuela, el behind the scenes de la historia artística tiene más capítulos que los que se muestran en el escenario.
Excelente texto, estimado Claudio.
Un abrazo grande
Gracias a ti, Jorge, por este despliegue que obliga a anotar nombres y recordar otros. Un arduo oficio sin duda el de escritor, y seguro que más arduo para los que están alrededor.
ResponderEliminarAnoto yo también todos los datos que aportan y me llevo a compartir algunas entradas entre mis alumnos. Saludos.
ResponderEliminarY tal vez nunca lea esta obra cumbre de la literatura que es "En busca del tiempo perdido" pero me encanta leer reseñas al respecto y robarme frases de Proust.
ResponderEliminarAsí quedé encantada de leer este articulo, lo felicito.