ENCARNA MORÍN -.
Le encontré hace muchos años, en una cuneta de la vida. Allí le había arrojado un camión de acontecimientos, hasta dejarle maltrecho y sin fuerzas.
Recuerdo aquel encuentro, casi intrascendente en principio. Y la película que por entonces vimos juntos en el cine: “Mejor imposible”, donde él se atrevió a coger mi mano. En esa primera cita, que pudo ser la única, confesó abiertamente a una de mis preguntas directas, que no vivía solo. Hacía años que había decidido aceptar una relación triste y vacía, la cual bajo ningún concepto pensaba romper -esto no último no lo dijo, pero yo así lo entendí-.
Evoco mi sensación de “estafa” y mis deseos de salir corriendo, indignada. Pero dos lágrimas, que resbalaron por su mejilla, me hicieron cambiar de opinión. Y estuvimos juntos hasta el amanecer.
Le salvó su pronta llamada del día siguiente. Por entonces yo era un poco metódica con eso de las llamadas posteriores inmediatas, sin dejar pasar un día o dos.
Ese primer encuentro, que no fue el último y definitivo, dio comienzo a una hermosa historia de afecto, amistad, complicidad, tardes compartidas, ternura, calidez… algo más que sexo, algo más que una aventura. Siempre sentí que me quería, sin dudarlo. Quizá algo menos que amor sin límites, ya que los límites estuvieron marcados desde el primer momento.
A medida que conocía su historia, descubría un hombre genial y un hermoso ser humano. Posiblemente, desde esas confidencias, yo era entonces la persona que más sabía de su vida y sus pequeños secretos. Pero se quedarán conmigo para siempre puesto que en un espacio de intimidad me fueron confiados.
Su mejor amigo hasta entonces había sido su perro. También él fue encontrado en una cuneta de la carretera, herido y casi muerto, donde alguien le había arrojado sin mirar atrás. Unos ojos lagrimosos y una mirada llena de dolor, hicieron que él le cargara en el coche hasta el hospital universitario, donde le salvaron la vida. Largas conversaciones con el perro, llegaron a convertirle en su mejor confidente.
En su orden no cabía el divorcio. “Nadie en mi familia se ha divorciado” -decía- “¿Y quién me dice que una historia contigo, o con otra persona no saldría mal?”.
Digamos que duró un par de veranos. Ahora casi he olvidado algunos detalles. Viví por entonces momentos de flaqueza e incluso de contradicciones, en los que me decía que esto no iba a llegar a ningún lado. Así que casi sin darnos cuenta se fue marcando la distancia. Desaparecieron las rutinas de las llamadas cada día a las tres, las citas de las tardes de los miércoles y los sábados a la mañana, en los que cambiaba el tenis por mi compañía…
Y de nuevo el perro pasó a ser su confidente.
Nuestros encuentros se espaciaron y dejaron una estela tras de sí, y la sensación extraña de quien no rompe lo que nunca llegó a construirse del todo.
Yo consolidé una relación posteriormente, y él consolidó su familia con la adopción de un niño. Pero mientras tanto, y antes de la llegada de nuestros hijos, dábamos largos paseos con mi panza de ocho meses. En realidad, era mi momento de paz y de sentirme querida incondicionalmente por alguien. Pasaba a recogerme con su coche, simplemente por el placer de pasear y charlar conmigo, y compartimos hermosos encuentros en esta nueva etapa.
Nació mi hijo, y me envió un enorme cesto de flores al hospital. Seguimos paseando a ratos, ahora con el bebé.
Se marcó de nuevo la distancia, y una tarde le vi en un parque, corriendo tras un niño rubio y vivaracho. Tendría más o menos la edad de mi hijo.
Luego he sabido que sí se divorció, y que el niño sigue a su cuidado. La última vez que hablamos casualmente por teléfono, le sentí lejano y distante. Luego busqué su perfil en facebook, y así supe que tiene pareja. Un extraño malestar se instaló dentro de mí, por más en la lógica no tenga explicación. En realidad y honestamente, yo me alegro de que él sea feliz.
Hace dos días, yo esperaba a una amiga para tomar un café. A media tarde, casi de noche, la vida no volvió a juntar accidentalmente. Mi amiga no acudió a la cita y nosotros tomamos ese café. Conversamos por un rato, reencontramos las miradas, constatamos que cada uno de nosotros está ahí de nuevo y para siempre, compartiendo un espacio exclusivo y único.
La vida le ha dado un par de reveses -¿y a quien no?- pero estoy segura de que va a solventarlos. Lucha abrazo partido por su hijo, que no pudo caer en mejores manos que en las suyas.
En mitad del café se cruzaron nuestras miradas. Y siguiendo mi impulso, tomé entre mi mano la suya, extendida sobre la mesa. Ese escueto gesto de complicidad, dejó claro que nuestras manos y nuestros corazones se sentían en paz. Al tiempo que casi al unísono dijimos: “te recuerdo con cariño”
Nos despedimos, sin prometer llamadas, sin emplazarnos para otro día, sin prisas y sin pausas. Posiblemente vuelvan a transcurrir otros tantos años, hasta volver a coincidir, Pero tengo que admitir que ese día la vida me hizo un lindo regalo.
7 Comentarios
Encontrado en la cuneta, tal como su perro. Me recordó una canción de Alberto Plaza: "Pudo ser". Bien narrado, íntimo, honesto, maduro.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte mi querida Encarna.
Todo puede volver a ocurrir. Y hasta mejor que la primera vez.
ResponderEliminarSaludos
Todo lo bueno que alguien deja en nuestra vida, queda con nosotros para siempre...
ResponderEliminarMuy triste.
ResponderEliminarA medida que pasan los días y que me pasa la vida me voy dando cuenta que los absolutos son una total patraña. Me quejo y hasta sufro espasmos emocionales cada vez que tengo que dar de baja uno de esos pensamientos que pretenden eternidad e involucran una prioridad recíproca en una relación. De a poco me resigno a vivir en presente y aceptar las cosas como se dieron. Lo de ellos no fue desde un principio, lo efímero de la relación estaba dicho, cuando él asume que puede dar un paso adelante la saltea a ella... y eso es lógico aunque injusto porque la evolución afectiva fue demoledora.
ResponderEliminarQué bueno que al final se haya podido quedar con una buena sensación, de nada vale acumular resentimientos en el alma cuando nadie tiene la culpa de las vueltas que da la vida.
Lorena... tu comentario supera al propio relato. Excelente
ResponderEliminarMuy bueno, su narrativa es impecable siempre! Saludos.
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