ENCARNA MORÍN -.
Acometía aquella nueva mudanza, como si fuera la definitiva. Por eso había tomado la decisión de deshacerme de todo lo superfluo e inservible.
Comencé por el armario del trastero. Zapatos usados, que jamás pensaba volver a utilizar, continuaban allí durmiendo el sueño de los justos. Junto a ellos un ventilador casi oxidado, una plancha en desuso que ya no soltaba el vapor, viejos botes de pintura, guardados desde la última vez que pintamos el salón, una aletas de nadar y sus correspondientes gafas de buceo ya sin el tubo…
Detrás de la vieja aspiradora encontré aquel pequeño tesoro que me quemaba las manos y el corazón. Envuelto en celofán azul, se podía distinguir el barquito de barro, pintado a bandas de colores rojo y blanco. Reposaba adherido fuertemente sobre una piedra de mar redondeada por el vaivén de las olas. La vela era de cartulina blanca y el mástil un pedazo de palo de brocheta.
En una tarjetita que se sujetaba al lazo rojo de cinta que cerraba el celofán, estaban garabateadas unas palabras con un pulso infantil pero legible:
Te quiero papá. Felicidades.
De pronto, recordé aquel momento, cinco años atrás en la que el niño llegó con un regalo para un papá que ya no estaba. ¿Cómo explicarle que ese obsequio no llegaría a su destinatario?
-Lo vamos a guardar para cuando papá vuelva -dije en tono convincente- Por entonces yo tenía la certeza de que esa vuelta era casi imposible.
Al anochecer, como quien comete un sacrilegio, guardé aquella joya artística en lo más hondo del armario del trastero. Era tan incapaz de exhibirla como de destruirla.
Hoy ha vuelto a mis manos, reticente. Me vuelve a encarar con aquel momento en el que sentía que mis abrazos de madre protectora no podrían jamás colmar el vacío del padre ausente.
Esta vez he sido capaz de borrar el cuerpo del delito que se ha ido directo a cubo de la basura. Barriendo al mismo tiempo el dolor de las ausencias.
Cosas de las mudanzas… deshacerse de lo viejo, para dejar paso a lo nuevo.
11 Comentarios
Durísimo. Las cosas simplemente cambian para siempre.
ResponderEliminarUn abrazo, querida Encarna.
Deshacerse de los objetos que nos provocan nostalgia es como querer tapar el sol con un dedo. Historia breve y triste, bien lograda literariamente.
ResponderEliminarAnalía
Nuestra capacidad de recordar y evocar nos juega en contra para superar malos momentos de la vida, poco se pude hacer contra eso. Desprenderse de los objetos, de poco sirve. El olvido sería el único remedio, también una utopía.
ResponderEliminarConmovedor relato, abrazos.
Pasó hace tiempo... pero esa historia volvió al presente por casuales circunstancias (el niño del barquito se encontró en la red con otro hermano mayor también abandonado por el mismo padre).
ResponderEliminarTropezarme con aquel barquito, me daba una punzada cada tanto.
Mientras lo he descrito, algunas lágrimas se han escapado furtivamente.
En este caso, nada es ficción....
Dónde fueron a parar mis cosas. Las huellas de la infancia se van perdiendo en el camino.
ResponderEliminarEmotiva narración.
Eres capaz de hacer que mis lágrimas salgan sin darme cuenta cada vez que leo algun relato tuyo.... como le explico a mi hijo de 7 años, que el regalo artesanal del dia del padre que ha estado colgando discretamente en la puerta del ropero donde dice: EN ESTA CASA VIVE EL MEJOR PAPA DEL MUNDO. Es falso y como tu he metido en el fondo del mismo ropero junto a pilas, llaves, termometros y demás artilujios.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, por relatar y hacer brotar ese dolor que aun anida en mi corazón por esa ausencia de alguien que jamás volvera.
Yo lo habría conservado, no entiendo como hay gente que se deshace de los recuerdos de personas que una vez quisieron. Hay que conservar los recuerdos buenos y con ellos los objetos que se entregaron con afecto.
ResponderEliminarMe gustó mucho, abrazos.
Srta, Encarna, sus hermosas letras me han dejado triste... ud. tiene la culpa.
ResponderEliminarJugo
Todo es inpermanente... excepto las tristezas y los vacíos que dejan las ausencias.
ResponderEliminarBuen relato, cargado de nostalgias
Willyermo
Vamos a ser sinceros... el barquito sigue vivo. Pareciera que por él no para el tiempo.
ResponderEliminarMuy triste y tierna la historia .Es cierto que necesitamos quitarnos de encima muchos trastos y que al hacerlo nos sentimos liberados. Sin embargo,algunos recuerdos nos parece un sacrilegio desprendernos de ellos. Entiendo que conserves el barquito. Yo también tengo algunos "para el papá más bueno y guapo" ,al fin y al cabo fueron las manos de mi niña las que elaboraron esas joyas aunque del papá no tenga noticias.
ResponderEliminar