GONZALO LEÓN -.
Hace dos meses Tomás Mosciatti en un análisis político sobre el anterior gobierno de Michelle Bachelet dijo que si ella pudiera provocar amnesia a los chilenos, “una amnesia de cuatro años para que olvidaran su primer gobierno, lo haría. Fue un gobierno de derecha. Con un sentido de misión ahora quiere ser la iniciadora de la patria socialista. Se trata de desmantelar la arquitectura armada por la Derecha”. Me sorprendió el comentario de Mosciatti no por lo que decía, sino por el momento en que lo hacía, cinco años tarde. Mosciatti quizá se rindió a la evidencia frente a la que sólo basta con revisar las declaraciones de Francisco Vidal en los últimos años para darse cuenta de que algo olía mal en la Concertación.
Vidal, después de alejado de su cargo de vocero y del poder (¿será en su caso eso posible?), continuó haciéndolas de vocero. A poco de abandonar la Presidencia, Vidal defendió y justificó a Bachelet por no haber podido hacer todo lo que ella hubiera querido, culpando al ministro de Hacienda, Andrés Velasco; a finales de 2010 defendió a Bachelet y agregó en el combo a Ricardo Lagos por la crisis penitenciaria que vivía el país, y en febrero de este año defendió su tesis de que el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, sería atacado desde varios frentes “porque no pertenece a la aristocracia concertacionista”. Sin embargo, unos años antes, cuando Sebastián Piñera comenzaba su mandato, Vidal también defendió a la vocera del gobierno de derecha, Ena von Baer, señalando que estaba “haciendo bien su pega”. Cierta lógica concertacionista indicaría que la actitud del ex vocero se explica a ese afán de gobernabilidad que su sector se ha empeñado en darle al país, gobernabilidad entendida como paz social, estabilidad, statu quo. En otras palabras, una cosa es perder el poder y que la derecha gobierne, y otra muy distinta es el caos, la incertidumbre, la nada.
Las declaraciones de Francisco Vidal recuerdan a las que hace cuarenta años decían los “momios” sobre el gobierno de Salvador Allende. La Unidad Popular era el caos y la derecha de esa época, guardiana de las instituciones, no podía permitir eso. Pero Vidal no está solo en este pensamiento, hay cuadros técnicos y políticos que han crecido al alero de la creencia de que la derecha no sólo es la única alternativa de gobierno a la Concertación, sino que además es su complemento, su yin o yan. Sin derecha no hay Concertación. Sin ir más lejos, la última vez que estuve en Chile conversé con las nuevas autoridades de gobierno que consideraban que en la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner reinaba el caos. Era en el fondo la Unidad Popular, y se los dije, agregando que por eso mismo debían estar de parte del kirchnerismo, pero no quisieron escucharme, a lo que añadieron un aspecto más: si me causaba simpatía el kirchnerismo era porque yo era poco serio. Es decir sólo la seriedad puede mantener el statu quo; seriedad, digámoslo, vinculada a una mirada conservadora, que es la otra alma que gobierna a la Concertación-Nueva Mayoría.
De ahí que no sólo el anterior gobierno de Bachelet, como dijo Tomás Mosciatti, haya sido de derecha, sino que éste también lo es. La destitución del presidente del Metro de Santiago recuerda mucho la destitución del ministro de Transportes en el primer gobierno de Bachelet. En ambos el problema común es el transporte público y su colapso. Hay un mismo modo de reaccionar desde la Presidencia. ¿Acaso Bachelet no sabía que el TranSantiago no podía estrenarse así nomás, que había que esperar un poco, alargar la marcha blanca, concientizar a la gente? Claro que lo sabía. ¿Y desconocía que Piñera había entregado el Metro con el servicio de mantención externalizado? El ministro de Transportes y el presidente del Metro “pagaron el pato”, como decimos, de un gobierno que en 2006 dijo querer representar a las mujeres y que en 2014 encarnar una renovación. Lo cierto es que en su primer mandato Bachelet representó el lado conservador de las mujeres, ese lado maternal, machista, y ahora la renovación va por dentro. Es verdad, hay nuevos rostros y un nuevo aire, pero Bachelet sigue gobernando y los vestidos pueden cambiar y las apariencias pueden engañar por un tiempo, pero no para siempre.
La Presidenta debería ir aprendiendo que los éxitos de su gobierno son de su equipo y que los fracasos son de su responsabilidad. Poner el cuerpo. Bachelet no protege ni ha protegido a nadie de su gobierno, todo lo contrario, es una madre que expone a sus hijos, los hace pagar las consecuencias y luego los echa de la casa. Sólo un hijo que sabe de lo que es capaz su madre, como Pancho Vidal, puede sostenerse en el tiempo, porque entre otras cosas entiende cuál es el alma que realmente gobierna a la Concertación-Nueva Mayoría. Recuerdo que en 2009 muchos analistas, chilenos pero principalmente extranjeros, se sorprendían de la alta aprobación con la que terminaba su mandato y los resultados de la elección presidencial en los que la gente optó por la derecha. ¿La gente estaba tan confundida o se dio cuenta de que el verdadero continuador de Michelle era Piñera?
Publicado en revista Punto Final
1 Comentarios
Las reformas se parecen cada día más a lo que había antes de las reformas.
ResponderEliminarSaludos cordiales, estimado Gonzalo.