CLAUDIO FERRUFINO COQUEUGNIOT -.
"El imperio de los sentidos" es una realización del director japonés Nagisa Oshima. Cine erótico dentro de los cánones orientales, ajenos a nuestro punto de vista.
Henry Miller, en sus cartas, comenta la película repetidas veces. Le parece una burda muestra de erotismo, a pesar de que rescata la idea general buscada por el director. Discrepo con él. No me animo a calificarla de erótica, pero tampoco de obscena o pornográfica; ni siquiera de obsesiva. La relación hombre-mujer a través de la cópula es uno de los grandes temas de la filosofía oriental. El sexo es el ritual natural por excelencia y, en él, el orgasmo manifiesta la presencia de la divinidad. Placer y muerte son uno solo, como masculino y femenino también.
La fusión de los cuerpos es la unidad perdida por el humano en los primeros días de la creación. El acto sexual repone, en el hombre, la costilla que le arrancó Dios; en la mujer, es la desesperación por encontrar de nuevo el cobijo aquel. Entonces, mientras más fuerte y extremo sea el sexo entre dos personas que se aman, más cerca estará el principio, la verdad. En ese contexto, la exaltación física, el exceso, valen para hallarse, aunque esta realidad llegue hasta la muerte. El estrangulamiento y posterior mutilación del amado -en la cinta- es mucho más que un simple suceso pasional: es un acto de hermandad, de fraterno amor.
Oshima nos choca -evidente-. Dada nuestra forma de concebir el universo, no vemos en la cópula otra cosa que el combate febril de los sexos. Se ha olvidado miserablemente la significancia del acto. Se acusará a la protagonista de egoísmo, cierto; egoísta porque su cuerpo y el del que ama conforman un todo, un único, privado. En suma, el filme es un magnífico quitar velos del fantasmal medio que nos asfixia y reduce.
1987
Publicado en Opinión (Cochabamba) y Presencia Literaria (La Paz), 1987
Imagen: Afiche francés del filme
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