Miguel Sánchez-Ostiz
Lees esto, das crédito a quien lo publica, te emocionas, lo comentas y publicas a tu vez tu comentario, y resulta que es un bulo, y quien lo denuncia queda como un campeón alborozado y satisfecho, que listo y lúcido soy y qué lerdos sois los demás que habéis picado, cómplices además del fascismo iraní, enemigos de las amplias libertades del islam, izquierdistas islamófobos… Cosa de locos. Casa de locos la nuestra. Y un día es una cosa y otro, otra. Las redes sociales como arma de guerra, como ministerio en marcha de propaganda negra; hasta el dichoso gato o el plato de comistrajos publicado de manera grosera puede tener intenciones ocultas, mensajes… Por Dios. Ayer un escritor conocido aparece en Twitter ofendido porque le habían censurado en facebook, algo que nos han hecho a todos en algún momento, por un motivo o por otro, y ahí seguimos, tragando, obviando que somos manipulados, haciéndonos ver –la soledad, ese pozo al que es mejor no asomarse–, huyendo de la inexistencia y perdiendo el tiempo, como se perdía en los carasoles pueblerinos o en los mentideros callejeros, aunque eso sí, a cambio se hicieran relaciones con los vecinos y se jugara a llevar la voz cantante. Lo mismo que ahora si te asomas a los repulsivos comentarios que tienen al menos larvado de lo que parece enfrentamiento civil como viento a favor: unos contra otros, unos celebrando las victorias pírricas sobre los otros, insultando, agraviando, bandereando, porque está visto que sin enemigos no somos nadie, nada… Da gusto que ese sea tu país y ese tu tiempo.
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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (21/8/2018)
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