Yo creo en el destino. Uno llega a este mundo y sale por un camino. Si es malo, y sigue, y sigue, y sigue y le va mal, pues es porque el destino es así, está marcado así. En cambio, si uno sale a ese camino malo y se dice: no, no, éste no me gusta, voy a buscar otro mejor y lo busca y entra y tampoco es tan bueno, pero sigue y así hasta que lo encuentre, bueno, pues así es como se puede ir mejorando el destino. Porque el hombre también elige el destino.
Sixto Palavecino
Diría Don Sixto, uno que sabe: uno también elige el destino
Y sí: uno elige el destino como elige la sangre
¿Acaso está escrito y dónde
Está escrito que uno debe jugarse la piel, los hombros y los labios
Por un sentimiento, por una idea, por una convicción que le late
Y le late duro y lo hace sentir y pensar así?
La vida es una aventura
La vida es una aventura donde el destino caracolea, brilla o se astilla
Aquí o allá o más allá; en medio de las montañas o allende las aguas de los mares donde las medusas bailan
Aquí o allá o más allá también: entre las serranías donde los huaynos te van labrando la esperanza o detrás de los cerros donde está la selva o más allá de las selvas donde hay un océano de distancias y de intenciones: la vida misma, la vida misma con sus pecados y su gracia, la vida misma, la que no sabe comulgar si no es con ella misma, con su música, con su ritmo, con su síncopa
A eso yo lo llamo: anticipación, el camino del corazón
Es como diría Don Sixto: el camino malo y el camino bueno, es ese “mejorar” al destino, es ese no leer la realidad como algo fatídico, fatal, fatuo: es elegir el destino (El dichoso “tacticaje” de otro poema)
Allí, si uno elige el buen camino, el camino bueno, surge el azar, surge lo que yo llamo el “repentinaje”
De repente, las luces vuelven a brillar y la ciudad ya no te persigue
De repente, te vuelves a colmar de fe y ya no sangras
De repente, te abandona la podredumbre del día a día y vuelvas a palpar, a palpitar, a gozar del encanto del mundo
De repente, la nada deja de ser sombra
De repente, la sombra se exilia
De repente, de todos los exilios, surge, de nuevo e invicta, la vida
De repente, la vida vuelve a florecer
De repente, las flores –las aguerridas flores de las retamas y de los cactus- te convocan y la alborada adviene
De repente, de todos los advenimientos, sigues la huella de la fe, la fe inicial, la fe primigenia, la fe en el destino
Y el destino te devuelve a los muelles, a los faros, a las arenas, a esas victorias que te mereciste siempre
De repente, entre la anticipación y el repentinaje que trepa por tus brazos, fundas un reino
No es un reino perfecto, pero es tuyo
No es un reino inmaculado, pero es tuyo
No es un reino para uno solo: puedes, acaso, compartido
Porque es un reino apasionado, y es un verdadero reino
Es imposible de transar, no lo puedes ceder
Porque es puro, es limpio. Es, simplemente, puro fervor
Es tuyo
Lo puedes compartir, lo puedes delimitar mil veces, cada día
Como el kan que cabalgó y cabalgó
Hasta domar el infinito
Y saber que su destino era el destino del mundo
Y cuando lo supo
Se sentó en el medio del desierto
Dio de beber a su caballo
Y se puso a descansar.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 20 de enero de 2019
Imagen: Oskin.Pavel
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