Venerable

 


Al sudeste, en serena majestad, el cerro de Mullumarka late sin prisa.

 

La gratitud lo guía, lo recompensa, lo milagrea: agasaja a sus piedras con cósmicos rituales.

 

Ellas, habitadas de bondad, sin saber de soledades y hastíos, lejos del dolor y la tristeza, oyen al viento contar historias de su ir y venir incesante.

 

Son tantas presencias, moradas, huellas las convocadas que siempre hay algo que celebrar acá adentro, allá arriba.

 

Yo hablé con esas piedras. Las sentí vivas. Me abracé con ellas. Las creí invencibles. Ellas me ampararon con su emoción mineral. Ellas mitigaron la espera.

 

Ansié su antigua verdad. Las ansié eternas en mi corazón. Ya vuelven a palpitar dentro mío. Ya brillan señalando el camino. Ya escribirán, de nuevo, sobre mi piel, mi devoción y mi destino.

 

Pablo Cingolani

Desde algún lugar, 21 de septiembre de 2020

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