Márcia Batista Ramos
Esta semana, las noticias trajeron consigo la grata sorpresa de que la estadunidense Louise Glück (1943), es premio Nobel de literatura 2020. La academia sueca, la eligió ′′por su inconfundible voz poética que con belleza austera hace universal la existencia individual.”
Todos con los
ojos puestos en sus letras, empezamos, a viajar por su pesia:
“Amante de las
flores \\En nuestra familia, todos aman las flores.\Por eso las tumbas nos
parecen tan extrañas: \sin flores, sólo herméticas fincas de hierba \con placas
de granito en el centro: \las inscripciones suaves, la leve hondura de las
letras \llena de mugre algunas veces… \Para limpiarlas, hay que usar el
pañuelo. (…) (Del libro Ararat (1990). Pre-Textos, 2008).”
Las paradojas
de la vida diaria saltan a la vista cuando nos acercamos a la poesía de Louise
Glück; ¿quién no se enfrenta en algún momento de su vida con la muerte de un
ser querido? Y busca reencontrarlo en el último lugar en que dejo sus despojos,
entonces, cumpliendo con las singularidades que fueron aprendidas, uno va al
pie de la tumba a tratar de encontrar al que ya no está. Durante la existencia,
no hace falta ningún pretexto esgrimido para repetir las lecciones asimiladas,
casi sin explicaciones, que se aprende en esos cursos gratis, del libro de la
vida. Son actos sencillos, que los repite la gente común y la gente poco común,
ya que en ciertas circunstancias todos nos igualamos, porque la vida, en sus
principales usanzas es sencilla: comer, dormir, amar o morir. Entonces, el uso
de la palabra para expresar pensamientos, también es algo natural, simple. Louise
Glück, así lo siente y como quien respira, ella deja que la poesía sea
exhalada:
“\\Pero en mi
hermana, la cosa es distinta: \una obsesión. Los domingos se sienta en el
porche de mi madre \a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los
escalones de \ladrillo. (…)”
Lógicamente,
para quien está acostumbrado a los artificios de las locuacidades innecesarias,
la poesía de Louise Glück, parece desabrida para decirlo de un modo casi santo.
Porque los amantes de las estéticas literarias demasiado pomposas, normalmente,
se pierden en un sinsentido literario. Ya que buscan la belleza del verso a
través de una estética casi forzada y se alejan del sentido espontaneo y franco
de la poesía. Se alejan de los sentimientos comunes de toda la gente. A
diferencia de la flamante Nobel de literatura, no fuerza nada. Apenas cuenta
aquello que está sintiendo, sin temor a equivocarse. Cuenta con levedad cada
verso, porque así, con levedad lo concibe:
“\\Cada
primavera, espera las flores. \Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende \que
es mi madre quien paga; después de todo, \es su jardín y cada flor\es para mi
padre. Ambas ven \la casa como su auténtica tumba. \\No todo prospera en Long
Island.\El verano es, a veces, muy caluroso, \y a veces, un aguacero echa por
tierra las flores. \Así murieron las amapolas, en un día tan sólo, \eran tan
frágiles…”
No existe
palabra fuera de lo corriente, pero bastan esas palabras para expresar la
observación de ese culto relativamente importante, en memoria de quien ya no
está. Observa y cuenta: eso es poesía. Yo añadiría que es una poesía como la
pureza del agua cristalina que sale fresca de la fuente. ¿Y qué? El verso es el
dolor de cada poeta, que forma el poema.
Y Louise Glück, lo sabe. El lector se pregunta: ¿Y qué duele? ¿La falta de
flores en el cementerio? ¿La casa echa tumba? ¿El dolor irreparable que sienten
la madre y la hermana? ¿O la fragilidad de la vida que se viene abajo, en un
día cualquier, con un aguacero?
Louise Glück,
no solo observa y relata el dolor del otro, también mira a sí misma y a su
propio dolor, y refleja lo que ha vivido en una candente amalgama, ya que el
otro, también duele en ella. Siempre buscando la claridad, la poeta se detiene
en temas comunes como la infancia, la vida familiar, la estrecha relación con
padres y hermanos; dejando, algunas veces, que ciertos temas que atañen a
muchas mujeres salten y, la poeta dice “escribo para hablar a quienes he
escuchado”:
“El vestido \\Se
me secó el alma.\Como un alma arrojada al fuego, \pero no del todo, \no hasta
la aniquilación. Sedienta, \siguió adelante. Crispada, \no por la soledad sino
por la desconfianza, \el resultado de la violencia. (Del libro Vita nova (1999)
Pre-Textos, 2014).”
Desmarcada de
un posicionamiento estrictamente confesional, la poeta galardonada alcanza la
profundidad de una escritura compleja, a través de la simplicidad:
\\El espíritu,
invitado a abandonar el cuerpo, \a quedar expuesto un momento, \temblando, como
antes \de tu entrega a lo divino; \el espíritu fue seducido, debido a su
soledad, \por la promesa de la gracia. \ ¿Cómo vas a volver a confiar \en el
amor de otro ser?
La poeta da
cuenta de su concepción del mundo poético como una dimensión que traspone el
lenguaje y toda materialidad "Los poemas no perduran como objetos, sino
como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz
humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar
esa voz.", escribe Glück en su ensayo "Proofs and Theories"
("Pruebas y teorías"):
\\Mi alma se
marchitó y se encogió. \El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado \grande \para
ella.\Y cuando recuperé la esperanza, \era una esperanza completamente
distinta.
Así, humana,
demasiado humana y poseedora de una poesía profunda que se construye a partir
de la levedad del verso, es Louise Glück la merecedora del premio de la Academia
Sueca.
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