A mi mochila


 A una Merrell, color aguamarina


En estos tiempos sin héroes, tú lo eres

Humilde, fuiste capaz de cualquier proeza

Con el tiempo me has enseñado eso

Que es mejor callar y que la virtud

Es más virtuosa, en soledad y en silencio

 

Terca, loca mochila, de puro baquetearte

Y someterte a pruebas desmesuradas

Has terminado de conquistarme

Por esa fuerza que sólo los tenaces

Los verdaderamente tenaces, atesoran

Tú lo eres

 

Tuve muchas mochilas y a todas las amé

Acaso por necesidad, tal vez por intrepidez

Pero a ti te amo por convicción

Me forzaste a quererte de puro desgarrarte

La forja de un destino desde abajo

Es el mejor de los destinos

Es el más puro

Es el más cierto

 

Dentro tuyo, lleve al gatito

A su morada eterna

Fuiste ataúd y mortaja

Fuiste la dolorosa certeza

de un adiós sin antídoto

Ese fue el momento

Donde advertí

Que no eras sólo una mochila

Sino ese espejo

A donde uno

-aunque se niegue-

Debe acudir

A mirarse

 

En estos tiempos tan cínicos

Sin héroes, sin horizontes

En estos tiempos que duelen

Yo encontré, dentro tuyo

Y a mis espaldas, todo el deber

Que me incita

Y mi compañera de huellas

Y, frente a tu nobleza infinita

El motivo para cantarte

Para honrarte, para confesarte

Que gracias a Dios y a los Apus

Eres, simple y gloriosamente

Mi mochila.

 

Pablo Cingolani

Laderas del Aruntaya, 13 de noviembre de 2020


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