Abre los ojos, eso te deseo
Mira una vez más: ve como la tierra se despliega henchida de tanta majestad que no hay destino que se resista. Todo late. Todo vive. Todo es posible. Al fondo, coronado del encanto que sólo brinda la soledad infinita de la victoria definitiva, otro nevado se alza, solo en su devenir de piedra, piedra que se labra a sí misma, se escribe cada día en el acontecer sin límites del cosmos. La piedra también te dice, si la escuchas -si te atreves a escucharla: ven hacia mí, ven conmigo, el encanto que me nutre no es sólo mío, es tuyo también, encántate conmigo si sabes despojarte de lo vano y lo inútil que alimenta la vida de aquellos seres, allá abajo, que ni me miran y desprecian mi poesía. No hay secretos para ello. Sólo abre los ojos –dijo la piedra.
[Desde estas montañas donde naufrago en la dicha y nadando llego a una isla breve y feliz y me quedo ahí, sumergido entre quebradas, bailando con vizcachas y vientos que me traen recuerdos, que recobran para mí los ecos de todas esas promesas que nunca jamás fueron desechas
Desde el lugar en donde arde la frágil línea del destino que se estira y deshilacha y se fuga hacia el altiplano infinito donde cada huella se repliega sobre tu piel y te canta y mece la cuna de nuevas ilusiones tan fuertes como las tholas tan altas como el volcán que vigía la noche tan intensas como todas las arenas juntas, te vuelvo a escribir alma pura, vida mía, te vuelvo a encontrar, te vuelvo a mirar, a tocar, a sentir.]
Pablo Cingolani
Faldeos del Aruntaya, 6 de noviembre de 2020
0 Comentarios