Un nevado, o dos si quieres, eso te deseo

 Abre los ojos, eso te deseo


Mira de frente al nevado. Parece silente: no es así. Te está llamando. Dice, te dice, si lo escuchas -si te atreves a escucharlo: Aquí están mis frutos. Aquí está el hielo inmemorial, el ferviente hielo de mi cima. Dice: Aquí están las grietas y los abismos donde atesoro las plegarias del viento. Aquí laten conmigo verdades que son eternas. Verdades que desmienten la necedad de esos hombres, allá abajo, que no son audaces, que ni siquiera son capaces de tenerle respeto a la nieve. Dice: si te atreves, tómame con tus ojos, con tu piel, con tus manos, vuélvete cerro, siente la misma emoción que yo siento, mira al mundo de nuevo, míralo desde aquí, junto a mí, míralo, así como yo lo miro: vasto, hondo, puro, intenso

No cierres los ojos, eso te deseo



Mira una vez más: ve como la tierra se despliega henchida de tanta majestad que no hay destino que se resista. Todo late. Todo vive. Todo es posible. Al fondo, coronado del encanto que sólo brinda la soledad infinita de la victoria definitiva, otro nevado se alza, solo en su devenir de piedra, piedra que se labra a sí misma, se escribe cada día en el acontecer sin límites del cosmos. La piedra también te dice, si la escuchas -si te atreves a escucharla: ven hacia mí, ven conmigo, el encanto que me nutre no es sólo mío, es tuyo también, encántate conmigo si sabes despojarte de lo vano y lo inútil que alimenta la vida de aquellos seres, allá abajo, que ni me miran y desprecian mi poesía. No hay secretos para ello. Sólo abre los ojos –dijo la piedra.

 

Abre los ojos, hermano, eso te deseo.

[Desde estas montañas donde naufrago en la dicha y nadando llego a una isla breve y feliz y me quedo ahí, sumergido entre quebradas, bailando con vizcachas y vientos que me traen recuerdos, que recobran para mí los ecos de todas esas promesas que nunca jamás fueron desechas

 

Desde el lugar en donde arde la frágil línea del destino que se estira y deshilacha y se fuga hacia el altiplano infinito donde cada huella se repliega sobre tu piel y te canta y mece la cuna de nuevas ilusiones tan fuertes como las tholas tan altas como el volcán que vigía la noche tan intensas como todas las arenas juntas, te vuelvo a escribir alma pura, vida mía, te vuelvo a encontrar, te vuelvo a mirar, a tocar, a sentir.]

 

Pablo Cingolani

Faldeos del Aruntaya, 6 de noviembre de 2020

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