Una montaña habla a los hombres


(...)

Los que trepan hasta mi cima, se envanecen creyendo que mis secretos están allí y que ellos los han develado.

No saben nada: mis secretos no son para esos que pretenden vencerme, doblegarme, domarme.

Mis secretos son para aquellos que aceptan mi serenidad y la vuelven suya, son para aquellos que me escuchan dentro de mi silencio, son para aquellos que me acarician con su calma y con sus pasos.

Y el secreto, simplemente, es ese: mi invitación permanente a sentirse parte de mí, a ser montaña como yo, a cortejar la grandeza del cosmos como yo la celebro y la atesoro, a no olvidarse nunca de que la plenitud de la eternidad se vive a cada momento, en cada mirada, en cada piedra, en cada bocanada de aire, en todo sueño.

No diré más, por ahora.

Es que estoy viendo unos colibríes revoloteando sobre el retamal de uno de mis brazos.

Quiero verlos danzar hasta que el sol se fugue, así podré soñarlos por la noche y contarle a la luna cómo brillaban sus alas.

 

Pablo Cingolani

Laderas de Aruntaya, 3 de enero de 2021

Imagen: Pintura de Verónica Bascuñán

Publicar un comentario

0 Comentarios