Fumando un puro, me cago en Aramburu…
Al “Pájaro” Brito
Cuando empezaba toda esa vaina de los milenitas, uno de ellos, un M. me dijo: vos sos igual a mi mamá, hablan como si el mundo les debiera algo… La madre del M. es una antropóloga. El M. de marras es, nobleza obliga, un pichón de genio, había trabajado en el valle silicona, etc.
Esto pasó hace seis, siete años, pero todavía me acuerdo. Cuando me lo dijo, estábamos de noche, en un hotel en Buenos Aires, a media luz, bajados desde Bolivia, compartiendo intimidades, tras participar de un encuentro de locos: allí lo conocí, en físico, a Eduardo Molaro, el poeta maldito de Lanús –y el encuentro era también allí mismo, en ese axis-mundi llamado Lanús-, gobernaba Cristina y lo que más sonaba en ese cónclave político-cultural era el más famoso y dichoso de todos los “cantitos” argentinos, ese que dice:
Con los huesos de Aramburu
Vamo´ a hacer una escalera
Para que baje del cielo
Nuestra Evita Montonera
Ea, ea, ea, ea, ea, ea, eaa…
Me acuerdo que, vía micrófono, alguien pidió que no se cante más el cantito –e igual, el sentimiento popular se siguió expresando, más allá de eso que, dizque, se llama lo políticamente correcto
Me acuerdo que a los invitados ultramarinos al encuentro se les pegó - ¿cómo no? - el cantito y luego del encuentro, nos fuimos a un bar –un bar de unos amigos anarcos de la Marinés, allí mismo en Lanús- y los de afuera seguían cantando con nosotros
Con los huesos de Aramburu
Vamo´ a hacer una escalera…
Toda la historia condensada en ese cantito-manifiesto popular daría para un libro. Los motivos que detonaron ese cantito darían para toda una biblioteca.
El mundo no nos debe nada. Nosotros le debemos algo al mundo: la revolución que queríamos tanto, como a Glenda. [1]
Pablo Cingolani
Antaqawa, 4 de julio de 2019
[1] Este final es para vos, Fernando Mayorga, que querés tanto a Cortázar.
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