Un obituario desigual y combinado, o todo lo contrario


Nunca olvido, nada olvido. Nunca y menos a ti.

Claudio Ferrufino-Coqueugniot: Recordando a Rodolfo

 

Extraño pijchear tu coca y tu paz, fumar con vos y tu serenidad pastoral y revolucionaria, y ese dialogar para tramar, ese dialogar para parir (poder popular), ese dialogar para fogonear la huella y que la llama luminosa de los pueblos no se apague nunca. Fuiste el mejor de todos, Juan Carlos, el mejor de los compañeros, el más virtuoso

 

De vos, Yul, echo de menos tu caballerosidad –que te nacía del cuore y tu fragua-, extraño ese tu ser honorable, eso que Conrad iluminó como el alma del guerrero, The warrior’ s soul –Conrad fue un polaco que escribía en inglés para que supieran de su patriotismo y del amor que lo laceraba

 

Extraño, Yul, esa guerra que diseñamos, la misma guerra donde estaba embarcado desde su isla de quietud febril el Juan Carlos porque la guerra es siempre la misma y hay solo una guerra que se anhela que es la guerra justa, y que no fue, que no pudimos librar pero que nos alentó, nos inspiró, la batallamos en nuestros corazones

 

Te añoro, Freddy, y siento la misma energía que sentí cuando acudí hasta Guaqui, hasta tu cuna, a verte danzar con el Poli y con el Ramiro, toda la banda brava de los Machaca, ese altiplano fértil que bordea al lago, tan sagrado como ese Tata Santiago, el Tata Rayo, que me ofreciste y ofrendamos juntos en el patio de una casa de adobes, la casa de un pueblo añejo, una casa humilde de pueblo, colmada de fe, fe y alegría, tu casa

 

¡Ay de vos Pájaro! Fuiste de tantas maneras un espejo donde podía mirarme que ni siquiera puedo sentirte partido, ido, refugiado entre las nubes de ese cielo que siempre fue nuestro compañero inclaudicable, por fiel y leal y porque sabíamos que él siempre podía amparar nuestros sueños

 

Ahora nomás te sueño, pero te sueño siempre fecundo, siempre idealista, siempre dirección nacional clandestina

 

Nosotros, algunos de todos nosotros, nacimos para eso, para ser la Dirección Nacional Clandestina de los Sueños, de los sueños colectivos, de los sueños que supimos soñar y compartir, de los sueños por los cuales luchamos, los sueños que bailamos, como los bailaba el Freddy, de los sueños que coqueamos con el Juan Carlos, de los sueños que espejeé en la formación militar de Yul

 

Escribo todo esto porque hoy me enteré de la muerte de Jeremy, de tu muerte, Jeremy

 

Me cuentan que la plaga te arrasó en una semana, te hachó sin remedio, yendo o viniendo desde Colorado hacia Nueva York o viceversa. Vos que un día me escribiste: "We are always in wars that are not ours and often do not interest us, but the taste of triumph makes us see in the dark". Saudades de Conrad, de Kurtz en Camboya: yo, borracho, en medio de una guerra injusta, te mandaba videos de los Cowboy Junkies y de Neil Young, para que terminaras de comprender, en tu proceso de fascinación con lo que carajo somos nosotros, que la guerra no es ajena y siempre tiene sentido y nos interesa si es justa, si es noble, si es virtuosa. Decía el Mío Cid, querido Jeremy: hay que buen vasallo fuera/si buen señor tuviera

 

La revolución es un sueño eterno, escribió uno de los nuestros, el Andrés Rivera, sobre la vida de otro que, en 1811, en las mismas pampas de Guaqui donde bailamos con fervor con el Freddy, fue obligado a enterrar su sueño de libertad radical y ampliada y masticar su derrota hasta su muerte –paradojas: el mejor orador de la revolución murió de un cáncer en la garganta. Se llamaba Manuel Castelli

 

Decía Silvio Rodríguez, cuando lo cantábamos: Vivo en un país libre/ Cual solamente puedo ser libre/

En esta tierra, en este instante…

Decía Ezra Pound en su Guía de la Kultura: ese país sólo existe en el corazón de los hombres

Decía Manuel Puig en El Beso de la mujer araña: Fue un sueño breve, pero fue un sueño feliz

Decía un poeta llamado Luis Alberto Spinetta: la lluvia borra la maldad/ y lava todas las heridas de tu alma…

 

Esperando esa lluvia, quedándote o yéndote, decía el Mío Cid, insisto: hay que buen vasallo fuera/ si buen señor tuviera

 

Nuestro señor siempre fue el destino

 

Ese destino áspero, duro, frío pero que nos concede ver en la oscuridad. Más acá o más allá de la muerte, querido Jeremy.

 

Pablo Cingolani

Laderas de Aruntaya, 7 de junio de 2021

Imagen: Ricardo Carpani


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