El gajo de luna apenas visible nunca miente. Las parteras de antaño siempre miraban el almanaque, aquel Bristol o el Bepo Gobo da Casier para saber el movimiento de la luna. Miraban el cielo, olían el aire y como en una danza retorcían sus cuerpos y ya sabían lo que iba pasar.
Esta semana Venessia tuvo “acqua alta”, y seguimos sin querer reconocer la biodinámica y la entropía. Así esta tarde nació Maria Victoria, el gajo de luna anoche era más pronunciado, luna creciente, siembras y cosechas que tienen su tiempo biológico. Así las vidas.
Del otro lado del mundo se fue un Hombre, Gino Strada, que dedicó su vida a las vidas de los demás. En su libro Buskashí (nombre de un juego violento del antiguo Afganistán) nos cuenta los horrores de las guerras, de todas las guerras; en un paso del libro narra que Trasimaco, un sofista, el cual hace veinticinco siglos atrás dijo: “El justo no es más que el beneficio del más fuerte”. Las vidas merecen otra filosofía.
Seguiremos mirando el cielo, sembrando y cosechando, engendrando y muriendo, pero hasta que no seguiremos aquel calendario biodinámico, nunca gozaremos plenamente de la vida. Y hoy la vida son Maria Victoria y Gino Strada, la poesía que escribí miles años atrás: “Tenera é la notte/all’alba che uccide/lei ed il giorno:/un uomo vive/un uomo muore/un angelo si ferma a guardare”.
Maurizio Bagatin, 13 agosto 2021
Imágenes: Maria Victoria recién nacida
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