Las clases iniciaban el 1° de octubre, el otoño a la puerta, la vendimia por terminar. El 4 de octubre, San Francisco de Asís, patrón de Italia y ya estábamos de fiesta. Mi tío Delio nos miraba perplejo y me decía: “Han iniciado las clases ayer y hoy ya están en la casa, ¿qué pasó, se enfermó la maestra?”.
Bolivia es fiesta, símbolos y sincretismo con muy poca espiritualidad. El lunes pero es sagrado, albañiles y carpinteros, plomeros, cerrajeros y electricistas no logras encontrarlos a menos que no vayas por chicherías y chicharroneras, ahí su resaca va acomodándose a la semana de trabajo; es antigua esta costumbre, el campo ya dictaba el ritmo: sábado de cancha, domingo de chicharrón, lunes de chaqui. Hubo un corte a nivel mundial de muchas redes sociales, dirán que fue un San Lunes a la boliviana.
Nubes bajando desde el sur, viento de polvo. Las ultimas vacas lecheras de Coña Coña avasalladas por el seudo minimalismo de las casas en construcción. Ni un adobe, ni una teja, solo piedra laja y sistemas antihurto bien a la vista; los perros ladrando a la luna y paredes altísimas, que anulan las miradas furtivas, el antiguo alambrado, el saludo. Progreso corredizo, la peste ha cambiado nuestras vidas, pero no hemos cambiado nosotros.
Maurizio Bagatin, 4 de octubre 2021
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