A Humberto Ak'abal
In memoriam
Altiva guardiana, velaste mis noches, cuatro noches, de serenidad beatífica, implacable: cuando amanecía, cedías, con toda tu majestad, la primacía a los pájaros, que cantaban desde los molles del valle
Los días se sucedían entre memorias de tantas batallas, de tanta fragua, de tanto ardor en la piel, que sólo tú eras capaz de conjugarlos, de conjurarlos en mi almohada y concederme el bienestar de dormir soñando, de seguro, con esos combates de la pasión, de la emoción, de esa gloria que vos, mejor que nadie, sentiste, sentías
Porque estabas allí, presente
Yo te sentía
Yo sentía tus latidos de basalto, de piedra de volcanes, del lapislázuli con el cual te habían honrado
Yo sentía tu gloria, tu honor de haber sido monarca y guía, faro y amparo, Señora de los Mayas
Y sentía tu amor por tu pueblo yucatano y sabía que si alguna mano te legó a la historia -a mi historia y te labró para mí- era porque eras amada, eras valiente, te merecías el amor de los tuyos
Soñaba en el valle de los molles -el río bramaba, allá abajo- y veía niños jugando a tu lado
Veía pescadores sonrientes, veía orgullosos campesinos cosechando maíz, y mucho y para todos, sembrando de más vida las selvas, veía festejos, abrazos, devoción, pirámides, confianza, seguridad, serenidad, la misma que veía en tu rostro, cada noche, cuatro noches, cuatro lunas agradecidas
No sé tu nombre
Pero sí sé que cuatro son los destinos
-cuatro noches velando el mío-
Y la alborada es verde
Como la piedra que te corona
Serena y majestuosa
Eternamente.
Pablo Cingolani
Laderas de Aruntaya, 29 de noviembre de 2021
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