Ruido de guerra


Miguel Sánchez-Ostiz

Llevo unas horas asomado a las noticias de la guerra desencadenada por Rusia en Ucrania y al despliegue de fotografías de impacto. No tengo nada que decir porque no sé qué decir. No puedo aportar nada a nadie. Me faltan elementos de juicio y me faltan ganas para el linchamiento desde la comodidad de mi domicilio lejos del frente de guerra porque eso me da asco. ¿Qué sé yo de lo que allí sucede? Poca cosa, lo que cuentan unos informadores que cada vez tienen menos de esto y más de correas de transmisión de las consignas de quien lleva las riendas y es el amo. No soy un enterao. Morirán civiles y lo harán soldados, habrá miles de desplazados que padecerán lo que no se dirá porque no convendrá hacer público el trato que reciban al margen de las declaraciones altisonantes de ahora mismo, cuando deje de sonar el himno a la alegría, y llegue el hambre, el frío, los abusos, y estoy convencido de que las consecuencias de las medidas económicas contra Rusia las va a pagar lo que Simenon llamaba les petits gens de toda Europa. Habrá gente que con la guerra se hará rica o más rica de lo que ahora es, porque no hay guerra que no sea un negocio. Con este bagaje y estas ganas no voy a ningún lado, tal vez por eso he echado la persiana en algunas ventanas que tenía abiertas «a lo que pasa en el mundo». Bueno momento este para poner orden en los propios asuntos. No es desinterés, al revés, estoy muy preocupado por gente próxima que está sufriendo, pero sí desapego porque estoy convencido de que todo sucede sin mi consentimiento ni participación, y que de estar allí, sería uno de los miles y miles de personas que aterrorizados buscan refugio en los subterráneos.

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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (24/2/2022)

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