Miguel Sánchez-Ostiz
Incertidumbre, perplejidad y pocas ganas de soltar eslóganes antibelicistas, belicistas, salvajes o en apariencia sesudos y profundamente necios en sus fundamentos. Por no hablar del fabuloso barullo de las redes sociales en las que participan todos los contendientes y los gallitos de barrera de capotes, matamoros en la distancia, escupidores de pólvora.
Inermes o poco menos. Pringaos, aunque Jünger los llamara de otra manera. La guerra está tan lejos como han estado otras en los últimos años. Las consecuencias económicas y sociales están por ver. El tiempo es de destrucción porque ya lo era, antes y durante la pandemia, con o sin banderas, con mala leche y cainina en el aire. Ahora vienen esos rugidos de guerra a agitar un país con síntomas de fatiga y proclive a un régimen autoritario.
Vuelvo al Wanderer, de Grosz. El barrizal no es el mejor compañero del caminante que quiere dejar a al espalda el desastre porque, encima, hay desastres que te dan alcance, lo quieras o no, y de la manera que menos piensas y más contundente y dañina resulta.
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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (25/2/2022)
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