Cuento los días
desde que empezó el exterminio en Ucrania. Parece mentira… Recuerdo que el
planeta siempre estuvo plagado de violencia, y, no hay mérito ninguno en mis
recuerdos, ni en la violencia. Dios dice que siempre habrá una salida.
Nací en el siglo de
las dos grandes guerras y de varias revoluciones que no lograron enseñar a los
gobernantes poderosos del mundo, que la fuerza, la violencia y la muerte, no
son vías licitas de comunicación entre las naciones.
Ahora, apostada en el siglo que me verá morir,
veo que los dueños del mundo esperan que miremos silenciosos, la destrucción de
una nación y el entierro, bajo ruinas, de nuestra cultura. Parece que Dios está
distraído mirando el infinito y no escucha las plegarias.
Son días difíciles,
percibo la vibración de miedo en las plantas y en los animales, seguramente,
porque las bombas están calcinando a todos allá en el otro lado del mundo y
aquí en Bolivia, los animales y plantas tiemblan. Ya no quiero quitar mis
zapatos para exponer mis pies al sol. La verdad, es que no hay nada simple y
cotidiano que alegre mi alma, cuando sé que la muerte asedia, con sus ojos
demenciales, a los niños en los sótanos.
La huida y el
alejamiento de muchos ucranianos, es un intento de driblar la muerte. Lo inútil
de viajar para otros ucranianos, que sucumbirán de cualquier manera, donde
quiera que vayan... Sueños vanos, todos ya están un poco muertos, por todo lo
visto y vivido en estos días nefastos en su país.
Lavar la ropa para
exprimir tanta sangre… ¡No es posible! Orar todas las preces que nos enseñaron
por siglos, parece vano ante la furia del tirano que quiere destruición y
muerte para demostrar su poder.
No sé porque tanta
saña del humano contra el humano.
Destrozos, sangre y
cenizas… ¿Para qué?
La ambición de unos
cuantos contrasta con la miseria de muchos. La desesperación por el miedo, el
sufrimiento, por la falta de alimentos, por la inseguridad generada es una
energía que alimenta el mal. Las tinieblas, poco a poco, están venciendo…
Sé que cada vez que un grupo humano es víctima de genocidio, ante la vista y paciencia de todos los gobernantes, de los países dichos civilizados del planeta: todos estamos perdiendo, todos estamos camino al ocaso.
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