- Tristán: ¿Por qué no escribe usted mismo alguna cosa, señor Corto Maltés? Su vida ha sido verdaderamente apasionante.
- Corto: Verás, Tristán, si escribiese, suponiendo que lo supiera hacer, acabaría por falsear los hechos y los caracteres; para mí es mejor así, vivir sin hacer historia...
Hugo Pratt.
Playas desiertas, tan inmensas que todos los sueños cabían en ellas y, además, cuajaban, se multiplican, brillaban entre las arenas.
Barcos abandonados: el óxido y los percebes eran otro espejo y te contaban, cada uno a su manera, una historia. Vos la imaginabas siempre venturosa, lejos de la tragedia porque hasta un naufragio, esos días, era una fiesta.
El viento y las estrellas te guiaban: tu destino era ninguna parte, el horizonte sin fin o algún muelle. El Veco, por ejemplo.
Allí, entre sus mesas estañadas de corajes cultivados con esmero y promesas desechas sin hostilidad, cada quien -los presentes, los ausentes con aviso, los fantasmas- bebían sus ilusiones y sus desdichas, tejían sus alucinados planes de asedio o de escape, no lloraban -o si lloraban lo hacían en los médanos-, resistían
Así, ahí, aunque nadie lo supiera, el Corto Maltés era el lado B de todos ellos, de todos nosotros: vivíamos la vida como una aventura, sin hacer historia, simplemente eso: vivíamos y más allá estaba el río, la frontera, el océano infinito y todo lo que podías soñar y, si te atrevías, marchar a buscarlo, tatuarlo en tu piel, tocar con las manos, agradecer siempre por respirarlo.
Pablo Cingolani
1 Comentarios
Un naufragio es siempre una tragedia, hasta para el, los supervivientes, porque todos sus compañeros, están muertos...
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