Camus nunca fue existencialista.
Un día el hombre quiso la libertad. Cuando las leyes de los hombres no conocen que la venganza, el ojo por ojo, diente por diente en un mundo aun tribal, en la crueldad de la indiferencia y el abandono. Entonces no se puede perdonar que lo imposible, “el perdón, la perdoneidad, es el tiempo, el ser del tiempo en tanto que comporta el irrecusable e inmodificable pasado”, escribe Jaques Derrida.
Atlas es el titán condenado en cargar sobre sus hombros la bóveda celesta, el castigo de los caracoles (andaluces en Argelia) que llevan las casa encima, en Argelia fueron para los franceses, árabes y, luego, para los árabes, franceses. Llevaron el castigo de Atlas en la cordillera del Atlas.
La justicia no ve que es la virtud y que es el error, y el castigo tiene algo en común con el perdón, poniendo límite al delito. Se pregunta Derrida: “¿Se perdona algo, o se perdona a alguien? O tal vez se perdona algo a alguien”. Tal vez solo en la aporía -aquella hipérbole que es lo imposible y la libertad, en Rimbaud como en Derrida- encontramos la justicia y el don, y con ella la pasión por el imposible.
Maurizio Bagatin, 24 de septiembre 2022
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