Un jazmín o el pan recién salido del horno y todas las magdalenas de la tarde. Es el perfume que paraliza los otros sentidos, el petricor en una tarde seca, el jabón en la piel de una mujer, el perfume que nos inventamos para seguir vivos. Hay una hora mas placida para las magdalenas, es la tarde que siente encima el peso de todo el día y parece mirarse alrededor; huele y difunde y la memoria se abre como una flor.
Es el olor que nos hace viajar. El tiempo se va contrayendo en un instante, hoy lo llamamos déjà vu, mientras Marcel Proust iba removiendo su infancia y acomodaba el psicoanálisis. En una estación de la metropolitana Antonio Tabucchi encuentra a Fernando Pessoa, en un teatro de Viena Ulrich reconoce en la sociedad en putrefacción la caída de toda una época. Reminiscencias y percepciones.
El perfume estimula, engatusa y somete. Entra en un cuadro de algún pintor impresionista, en el laboratorio del carpintero y en la despensa de una casa campesina. Marca el tiempo, inunda los espacios y guía las futuras acciones. Inspira, obliga y condena. El perfume tiene un inmenso poder.
Reordeno mis sentidos: la mente va reconduciendo en su lugar las emociones, en los perfumes queda algún secreto por explorarse, la psicología que encontró en ellos Oscar Wilde, la nauseabunda hovenia que vuelve locos y el aloe que aleja la melancolía del alma.
Maurizio Bagatin, febrero 2024
Imagen: “Foodies,” a blog by L. John Harris on Zester Daily
0 Comentarios