Encuentro un recorte de periódico de hace más de veinte años atrás. Es el 2002, Marco D’Eramo escribe sobre la realidad de entonces en Okinawa, la Okinawa de un Japón que no sabemos cuánto haya olvidado. Paseaba Richard Gere por las tinieblas de un pasado imborrable, la base naval americana sigue ahi, esta historia no miente. Me lo recordaba la estudiante japonesa que aquí en Bolivia está por una tesis sobre la Guerra del agua. Me corrige cada vez que nombro a un autor japones, estaba leyendo Yasunari Kawabata, “no”, me dijo ella “es Kawabata Yasunari”, su País de nieve sigue acompañando con su delicada prosa la gana de visitar aquel lejano país. Un día el “Ch’usu” Galindo me contó que no era tan fácil entender una cultura milenaria como la japonesa. Él que ahí vivió algunos años, me contaba que la disciplina japonesa era más fuerte que su entereza, y que su entereza era más fuerte que su disciplina, se complementaban con la misma receta, tradiciones y espiritualidad que Oe Kenzaburo, ahora lo escribo bien, nos transfería en sus narraciones.
En Roqueredonde debe seguir existiendo la Comunidad de L’Arche, ahí probé a vivir junto a otra gente, compartiendo sudor y comida, experiencias y fracasos. Era un lugar de paz donde Giuseppe Lanza del Vasto fundó una comunidad para seguidores de la no violencia, después de haber conocido Gandhi durante un peregrinaje en la India. Shantidas, así como lo había bautizado el mismo Mahatma, siguió replicando estas experiencias en otros lugares, en España, en Marruecos, en Italia, “éxito” durante la época que sus miembros se reflejaban en el trabajo y en su estilo de vida, luego una gran crisis y el declino. El problema más común, al momento de decidir quién iba a lavar los platos. Declino de una sociedad, de una estructura del ser humano, fin de una época. Ahí aprendí que era la agroecología, que era el silencio, pero también cuanto y como estaba cambiando nuestra especie.
Una estimación poblacional me parece una metáfora de la triste democracia actual: una dictadura de uniforme vulgaridad decía siempre el poeta Carlos Franck. El Censo del 2024 como el no-censo del 1825, una herramienta o instrumento en mano al poder de turno, ayer la democracia como gestión del territorio y hoy como medio para la conservación del poder.
Okinawa es también una Colina en el oriente boliviano, japoneses defraudados por la política norteamericana, algunos escapándose al Perú o al Brasil y la minoría, valientes en enfrentarse a la jungla que encontraron al llegar, ahora dueños de una tierra fértil que deben resguardarse a nuevos invasores.
En la Francia actual ya no hay barricadas, les petites bourgeoises se acomodan a cuanto ya nos habían narrado Balzac y Flaubert, Dany el Rojo fue eurodiputado y José Bové también.
El censo es no-censo propiamente porque la democracia hace tiempo que no es democracia, tal vez nunca lo fue, y se fue derritiendo en una escatológica mentira, donde a reinar es solo el vil metal.
Maurizio Bagatin, septiembre 2024
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