Hasta pronto, doña Gaby


Rodrigo Urquiola Flores

La primera vez que leí a Gaby Vallejo fue a mis 17 o 18 años. Compré su novela "¡Hijo de opa!" en uno de los puestos de libros usados del mercado Lanza. Me llamaba la atención que hubieran hecho una película ("Los hermanos Cartagena", de Paolo Agazzi) en base a él.

Desde aquella primera lectura, supe que me encontraba ante una de las mejores novelas de nuestra literatura. Ahora, varios años después, sigo creyéndolo. Esa manera de narrar, fragmentaria y apasionada, surcada de voces, tiempos y sensaciones en medio de la violencia tan habitual en una Bolivia todavía dominada por brutales hacendados me impresionó.

Años después, en una Feria del Libro de La Paz, con franca admiración, quise que me lo autografiara. Me negó la firma. Yo no sabía que ese ejemplar era pirata. Escribí un artículo en base a esa experiencia que ahora se lee en colegios, recomendado por el Ministerio de Educación. Entendí su punto, aunque no lo comparta porque el lector no tiene la culpa de querer leer: es difícil para un escritor intentar vivir —o por lo menos intentar sacarle unos centavos al destino– de lo que escribe. Sobre todo si ha nacido en este país.

Luego, nos encontramos en esas ferias dominicales o colegiales en las que ambos solíamos participar intentando vender nuestros libros. Me costaba acercarme a ella por esa primera mala impresión, pero doña Gaby fue cordial, así que fui cordial también. Entiendo que todos nos equivocamos y las ideas que podemos tener en determinado momento no tienen por qué definirnos para siempre.

A partir de entonces, tuvimos una relación de respeto y afecto mutuo. Como gran lectora de literatura boliviana que siempre fue, leyó mis libros y solía comentarme sus impresiones. Siempre le estaré agradecido por sus palabras de aliento y ese cariño que me manifestaba.

Nuestras letras han perdido, ahora, a una maestra. Y eso es triste. Como si nos fuéramos quedando solos de a poco.

El último libro que leí de ella fue "Los vulnerables", su primera novela, donde ya podía adivinarse lo que sería "¡Hijo de opa!". Quería, por supuesto, un autógrafo suyo, así que, en mi más reciente visita a Cochabamba, le escribí para que nos reuniéramos. No fue posible porque no estaba bien de salud. Lamento que esa última charla no haya podido ser.

Queda aquella agradable conversación que tuvimos alguna vez, vía Zoom, en un encuentro que ella organizó junto a la profesora Evelin Paniagua. Aquella vez me tocó compartir mesa, además, con Adolfo Cárdenas y Manuel Vargas, otros escritores bolivianos muy queridos y leídos en nuestro país. Hubiera querido encontrar el link a aquella grabación, pero no lo encuentro por ninguna parte.

Siempre nos quedarán sus libros y leerla será una manera de reencontrarla y homenajearla. Hasta pronto, doña Gaby, y gracias.

***

Extraído del perfil de Facebook del escritor boliviano, 21/01/2024



Publicar un comentario

0 Comentarios