“No se pasa de lo posible a lo real sino de lo imposible a lo verdadero” -Maria Zambrano-
Pasa lo que tiene que pasar, ocurre lo que tiene que ocurrir. Y sin embargo nuestra huella es cada día más marcada que el poder de las palabras, es cada día más profunda que el discurso del poder. Nuestra huella ecológica, al paso del tiempo y en todos los espacios, sigue la más poderosa presencia de nuestros pasos.
Se pudo escuchar las protestas, logramos percatarnos de las molestias: “Desde Kioto mana kanchu” dijo alguien que ya no logra soportar que se viaje hasta Cali para hacer “turismo de ecologistas”. Sigue enfadado de estos encuentros, de que no nos sanemos de esta “cumbritis”. Los grandes seguirán hasta que los pequeños les permitirán seguir, desde siempre, canta el Poeta, pueblos y patrones. No retornamos a nuestro Heimat a cultivar la huerta de Cándido, mirando las estrellas bajo el árbol de nuestra infancia, contemplando la Inírida eterna de nuestra entropía.
Una reconstrucción histórica se la debemos a los sin nombres, ellos son eternos más que nuestras frágiles memorias. Ellos comparten el símbolo de esta flor eterna, más que los vivos que confortan el marasmo universal que hemos generado. En el recuerdo de nuestros errores: perdimos la Papa Runa a cambio de la Desiré, hoy cultivamos quinua en el oriente después de haber desertificado con la quinua Real el altiplano, elegimos con sangre a monstruos que luego solo otra sangre logrará olvidar. Zeferino, el campesino de Tlaxcala, me sorprendió contándome la historia de su pueblo, de la opresión ejercitada por el poder mexica, de cuando vieron en los europeos unos aliados, y que sin esta alianza tal vez ellos ya no existirían. Después de William H. Prescott retomaré la lectura de Alfred Metraux.
El lema que se levanta desde Cali es “Paz con la naturaleza”, una deconstrucción de esta frase e ir actuando como si fuera el ultimo día de la humanidad sobre la tierra, proyectando por la eternidad, reconociendo que debemos decrecer, sobre todo aquí en este sur del mundo que sigue queriendo morder el imposible, y así generando esta miseria así tan cruel, así tan moderna.
Hay que tejer con un otro hilo, con una cuerda ir tejiendo un macramé, un khipus de memorias, una sapana más confortable, un ñandutí de infinita urdimbre, recordando a Platón, cuando nos decía que el Bien es aquello a que todas las cosas tienden: la vida contemplativa.
Inírida nos espera siempre, ella es eterna. Mas eterna de nuestra entropía.
Maurizio Bagatin, octubre 2024
Imagen: Inírida, la flor eterna (Guacamaya superba)
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